Esta semana se conmemoraba el vigésimo y terrible aniversario del execrable asesinato a sangre fría y mafiosa alevosía de Miguel Ángel Blanco a cargo de la extinta banda terrorista ETA. Y podemos decir con orgullo extinta porque, a partir de ese día, confluyeron dos corrientes imparables: la sociedad civil y la acción policial y judicial. Unos y otros han de ir de la mano para poder conseguir una sociedad más justa, más libre, más igualitaria y, sobre todo, sin miedo.
Sin embargo, vemos cómo las últimas noticias, casi linchamientos mediáticos, en contra de miembros de la Policía Local, han conseguido poner en la línea de fuego de las redes sociales la honorabilidad y el buen hacer de hombres y mujeres que, día tras día, se dejan la piel para que el resto podamos dormir tranquilo.
En ningún momento se ha dicho que los detenidos eran culpables, de eso se han guardado, pero los titulares, el tono, el fondo, no conducían precisamente a evitar el juicio previo o a remarcar la presunción de inocencia. Y, lo que afecta a unos pocos, ha llegado a tocar a unos muchos, llegando a increpar a una patrulla que discurría por la primera línea de playa con el epíteto de “corruptos”.
Nos olvidamos a menudo del gran trabajo que realiza la plantilla. Una plantilla, por cierto, exigua para las necesidades como ciudad que tenemos. Poco más de setenta personas se encargan de dotar de seguridad a unas 200.000, que es lo que tenemos durante el verano. Si nos ponemos a contar, Elche triplica, como poco, en efectivos, lo mismo que Benidorm. A lo que hay que sumarles la dotación de Policía Nacional y judicial en ambos sitios. Y sólo cogiendo estos dos.
Bien es cierto que la Benemérita da su apoyo, pero sus efectivos, aunque reforzados, son más justos que durante el invierno. Su demarcación, además, es enorme, abarcando lugares que bien pueden encontrarse a veinte minutos en coche por la tan maravillosa nacional sin desdoblar desde tiempos de Maricastaña.
A todas esas mujeres y hombres que están ahí para todos, desde aquí, gracias.