
Quedan dos meses para que el jefe de servicios de Bibliotecas, Archivo y Oficina del Valenciano se jubile. Ya se están preparando para un futuro cambio organizativo
Rafael Pla, quien se jubilará en dos meses, nos recibe una vez más con su habitual hospitalidad en el Archivo Municipal. Subimos a la primera planta, donde los característicos armarios correderos resguardan miles de documentos históricos y administrativos de Santa Pola. Allí, entre papeles que cuentan la historia de la ciudad, realizamos una extensa entrevista en la que repasamos su trayectoria, desde su infancia hasta la actualidad, y sus más de 40 años de dedicación al Ayuntamiento de Santa Pola.
Nacido y criado en Santa Pola, Rafael Pla ha centrado tanto su vida personal como profesional en la villa marinera, aunque sí estudió en Elche el Bachillerato, “porque a principios de los años 70 no había instituto en Santa Pola. Las opciones era allí o Alicante”.
Recuerda que el pueblo de los años 70 era un pueblo en desarrollo constante, “pero los niños todavía jugábamos en la calle, donde hacíamos la vida”. Los primeros recuerdos que le vienen a la cabeza es, precisamente, ese ambiente de calle, familiar incluso, donde todo el mundo se conocía. “No recuerdo que me tuvieran que llevar o recoger del colegio. Ahora es algo normalizado, porque la situación es totalmente distinta”.
Y, al llegar a casa, coger el bocadillo y salir corriendo a jugar, “o entrar a casa de unos y otros sin barreras. Conocer a todo el mundo, sentirte en casa en cualquier sitio”. Aunque, destaca, que todo dependía de la zona donde vivías, “en mi caso, lo sigo haciendo en la misma calle en la que me crié. No era el centro, sino la zona norte del pueblo, donde pasaba un coche únicamente, casi a la misma hora siempre, de un señor que volvía del trabajo. Por lo demás, los niños éramos los amos de la calle”.
Juventud entonces y ahora
Analiza las diferencias entre la juventud de entonces y la de ahora, siendo la principal “lo fácil que era hacer amigos. No necesitábamos quedar a ninguna hora o en algún sitio en concreto, porque todos íbamos a los mismos lugares. Si el sábado o el domingo había cine, bajabas solo si hacía falta, porque sabías que te encontrarías con gente con la que hablar. O a la Glorieta a jugar un domingo por la mañana”.
De su generación, año arriba, año abajo, tiene controlados casi todos los rostros, “y aunque no sé como se llaman, sí que nos saludamos, porque la coincidencia durante muchos años fue total”. Desconoce si la juventud tiene ese privilegio, esa ventaja, “porque ahora se debe estar más en casa y son las redes el medio de relacionarse”. Para él, claramente su tiempo sale ganando.
Rememora las tardes de buen tiempo, los veranos infinitos en bicicleta, “donde íbamos a Arenales o Salinas y era perfectamente normal. Sólo teníamos prohibido ir por la Venta del Cruce porque allí había muchos coches”.
Tiene también la suerte de “no haber perdido a los amigos de esa época. Yo he seguido viviendo aquí, ellos también, y no nos hemos distanciado”.
Mejor o peor
Como en todo, hay sus más y sus menos. Había limitaciones, alrededor de los años 60 y 70, antes de la llegada de la democracia, “pero como niño no tenías una plena conciencia. Sí notabas que éramos los niños quienes jugábamos en la calle, no las niñas. No recuerdo haber jugado con niñas alrededor”.
Tampoco había muchas chicas en clase y, en el instituto, había clase de chicos y otra de chicas. “En esas edades, esa relación que hoy existe, no había. En ese sentido, es mucho más natural la relación ahora”.
Cuando llegó al instituto de aquí, las clases eran mixtas, “pero recuerdo el soponcio que me dio cuando, en el primer año de instituto de aquí, me tocó de compañera una chica. Me sentía cohibido, pero me fueron cambiando y llegué hasta notar un alivio”.
Sueños laborales
No tenía muy claro su futuro profesional de joven, “sólo vivía” y, cuando llegó el tiempo de tener que elegir, “sí que quise dedicarme a la enseñanza. Cuando terminé Selectividad, opté por Historia con la mente puesta en opositar a Secundaria”. Esa definición sólo la alcanzó estando en el instituto de aquí, “pero no tenía una idea clara. No tuve una vocación temprana hasta que no me vi en la tesitura de decidir mi trayectoria. Diríamos que el equivalente de los dos últimos cursos de Bachiller, cuando optabas por ciencias o letras”.
Apenas regresó del servicio militar, terminada la carrera, se presentó a la oposiciones, “pero había muy pocas plazas. Hasta años posteriores, ni siquiera se convocaron. Hablamos de 1984, en febrero terminé y en junio era la convocatoria. Dada la intensidad del temario, no era cuestión de preparárselo en tres o cuatro meses, ahí necesitabas tiempo”.
En esos años, la administración local sacaba muchas plazas inmediatas, “por lo que pensé en probar con éstas mientras preparaba las otras. Ahí empezó mi historia con la administración”.
Etapa formativa
Como muchísimos de los niños de esa época, arrancó en el Virgen de Loreto, hasta los siete años e, inmediatamente después, empezó en el colegio de Don Ramón, justo lo que es hoy la Casa de Cultura. Ahí hicieron todo el Bachiller hasta tercero, “porque en esos años el sistema educativo era el anterior a la EGB. Don Ramón nos certificaba los títulos hasta cuarto de Primaria. Terminabas y empezabas el Bachiller. A partir de ese momento, nosotros éramos estudiantes que acudíamos por libre. Preparábamos el temario oficial con Don Ramón y, en junio, ibas a examinarte a un instituto oficial”.
Debían de hacer una mini selectividad cada año, “en junio, te examinabas de todo, para constar así en las notas oficiales”. Ese sistema lo mantuvo hasta tercero de Bachiller, “cuando Don Ramón nos planteó a los que queríamos estudiar que fuésemos a un centro oficial”. Cuarto y quinto lo hizo en Elche, en el Instituto Técnico de Enseñanza Media, “ahora mismo es el instituto Sixto Marco. Hace tres o cuatro años fuimos de visita tres de los antiguos alumnos de Don Ramón y había cambiado del todo, por supuesto”.
Cuando termina la primera promoción de EGB en Virgen de Loreto, Hispanidad y Orientación Marítima, hay un gran grupo de gente que tiene que pasar a BUP y se abre el instituto de aquí, que estaba por el Calvario, “un centro que es una extensión de La Asunción, de Elche. Se plantea que todos los estudiantes que estábamos fuera regresásemos a Santa Pola para que hubiese suficiente número de matriculados”.
Cursó los dos últimos cursos en Santa Pola, Sexto y COU, “los mejores años que recuerdo de estudiante. Un centro pequeño, con profesores muy jóvenes. Nos conocíamos todos. Pasé de un macro instituto en Elche, donde había que coger el bus a las siete para llegar a la hora, donde tenías que quedarte a comer y regresar tardísimo... en Santa Pola ibas y venías andando, conocías a todos y los docentes estaban altamente motivados”.
Protagonistas sociales
Por esas jóvenes aulas tuvo compañeros que, al paso de los años, han tenido una gran relevancia social en el municipio, “de mi clase han salido concejales, profesores universitarios, médicos... casi todos han tenido una gran proyección social y una carrera significativa a nivel local”.
Preguntado por el motivo de ese gran éxito, asegura que, todos los que llegaron allí, habían pasado por una gran criba, por muchos procesos selectivos, “había que irse fuera, tenías un ritmo distinto “y, sólo el hecho de tener que hacer una gran distancia todos los días, echaba para atrás, “porque había compañeros que lo dejaron con Don Ramón, que optaron por irse a trabajar y han terminado montando sus empresas, trabajando y desarrollándose profesionalmente”.
Quienes iban cerrando todas las etapas hasta llegar a Selectividad, “unos veinte, casi todos han tenido formación universitaria”.
Universidad de Alicante
Han pasado casi cincuenta años, y él pasó de un pequeño centro a encontrase con 3.000 alumnos matriculados en la Universidad de Alicante (UA), “ahora pasan los 30.000. Era una universidad pequeña y hacías una cosa que te encantaba. Para mí, una etapa de satisfacción. Los primeros años, con todo el entusiasmo del mundo, pero cuando te enfrentas a la realidad, el susto viene por las salidas laborales”.
Igual que ahora hay mucha demanda de profesorado para las enseñanzas medias, entonces no salía nada. Y el paro no existía, “no te lo planteabas, porque tenías que encarar un futuro”. Sacados los tres primeros años (eran carreras de cinco), con clases numerosas, los dos últimos éramos grupos reducidos. Yo sigo reuniéndome con ellos, con mis amigos de entonces. Eso siempre ayuda a que cuajen las relaciones”.
La mili
Al terminar la carrera de Historia, 1983, y leer la tesis de final de carrera de Historia en la Universidad de Alicante, en enero, dejó las prórrogas y se incorporó a filas. Hizo la instrucción en Colmenar Viejo, “por Tierra. El destino fue en Aranjuez, en una unidad de caballería motorizada. De hecho fui conductor de carros de combate. No por ninguna cualidad en especial, sino porque los que llegamos en ese reemplazo éramos licenciados con formación y, casi todos, nos enviaron a conductores de vehículos pesados”.
Hablando con alguno de sus compañeros, “recordaron no hacerlo con disgusto. A nivel personal, no tuvo nada que ver con lo que yo me había preparado. Muchas maniobras, muchas marchas nocturnas y en una unidad que estaba en movimiento, no era una unidad administrativa”.
No siente un regusto amargo de la experiencia, pero sí una sensación de extrañamiento, de distancia, “porque estábamos 40 ó 50 días fuera y, además, llegabas un sábado por la mañana para irte un domingo por la noche”. De anécdotas, cargado, “como venir de maniobras en el mes de enero, lleno hasta arriba de tierra... pero sin agua caliente en el cuartel. Yo me tenía que duchar, porque no podía meterme en la cama sin hacerlo. Ducharte con agua fría, en el campamento, curte. O tocaba a las seis de la tarde gimnasia y, aún cayendo aguanieve, todo el mundo de corto... así hasta que llegaba la autoridad y nos decía que no hacía falta, que para adentro”.
Llegó al servicio militar con 23 años, pero muchos de sus compañeros eran de 18-19 años, “y yo tenía experiencia, un rodaje, por lo que las situaciones que se planteaban no me eran complicadas. Las entendías”.
Fue, quizás, de los pocos santapoleros que no pusieron rumbo a Cartagena, “porque a Aranjuez fui solo. Sin conocer a nadie, pero terminas haciendo amigos. La primera vez que vine de permiso, hasta vine con acento asturiano y cogí el acento sin querer, de tanto estar con ellos”.
Transición
A nivel personal, la Transición la vivió con una doble actitud. En casa y fuera de ella. “Mi padre estaba a la defensiva y me decía que no me metiera en líos, que no me hiciese notar, porque no sabía qué iba a pasar, ya que su experiencia fue de una posguerra dura y no quería verme metido en el activismo”. Con 17-18 años no participó en ningún movimiento significativo, “pero sí en la primera asociación de vecinos que hubo”.
Su sensación es que la ciudadanía comenzó a pedir, a reivindicar, “porque hasta ese momento, había lo que había y se tenía que aceptar. En las reuniones de la Asociación se animaba a acudir al Ayuntamiento, a pedir cita con cualquier concejal. Espantaba al principio, pero con el paso del tiempo nos dimos cuenta de que no pasaba nada”.
No recuerda un ambiente conflictivo, ni tan siquiera en campaña, “pues nos veíamos en el Virgen de Loreto, o en el cine Chapí. Fuera el que fuera. Era todo un mundo nuevo y distinto. Yo o era demasiado joven o, quizás, no tenía expectativas marcadas. Lo veías como unas circunstancias nuevas y tampoco lo contemplaba como la solución a todos los problemas”.
La democracia le permitió poner cara a los concejales, “porque antes, al alcalde, siempre se identificaba. Ahora sabías quién era el de Limpieza, Cultura o Deportes. No recuerdo unos años especialmente conflictivos, pero sí muy animados”.
Naturaleza y amigos
Además, de la historia, es un gran apasionado de la naturaleza, “no senderismo, que quizás sería demasiado. Pero sí me encanta pasear por nuestra sierra y por las sierras de la provincia. Paseos cómodos, no complicados”. El problema, “que hace mucho tiempo que he dejado de hacer el deporte que hacía y espero recuperar a no tardar, porque es una necesidad”.
Los aconteceres vitales le han ido obligando a dejar de lado sus actividades de tiempo libre, “porque no tengo. El día a día me come y no sé ni el tiempo que hace que no voy al cine. Teníamos una buena colección de discos, pero cuánto tiempo hace que no compro ninguno. Me cuesta encontrar un hueco para las aficiones”.
Sí hay algo que no ha dejado de lado, “pues es el único escape a mis obligaciones son las reuniones del fin de semana con mis amigos. Sábados o domingos y, si es posible, todas las semanas. Simplemente juntarnos a cocinar y lo hacemos en un espacio que tenemos. Para mí es cita ineludible, salvo fuerza mayor. Eso es obligado”.
Libros imprescindibles
Es poco dogmático en materia de lectura, “pues lo que hay que tener es curiosidad. No puedes cerrar el abanico, poner barreras. Ni actualidad, ni no actualidad. Ni todo novela, ni todo ensayo. Cada uno debe tener su propia curiosidad. El último que yo he estado ojeando es ‘Clímax’, de André Maurois, que lo leímos en francés, porque era lectura obligatoria y me marcó mucho en ese momento”.
No se atreve a hacer recomendaciones, aunque sí que tiene sus gustos, “a mis amigos o a mi mujer les encantan las novelas policíacas. Las devoran. Yo voy saltando. Hace un tiempo estuve ojeando ‘La España invertebrada’, de Ortega y Gasset... no me digas el motivo”.
Devora, eso sí, todo lo que tiene que ver con la temática local, “procuro tenerlo y leerlo sin prisa”.
Música preferida
Ahora mismo, pocas cosas, “puedo decir canciones sueltas de cosas sueltas... pero actuales, actuales... pocas. La última vez que compré un disco fue el de Pedro Guerra hace diez años. No me siento a oír música”. Sí que tiene una canción especial en estos momentos, ‘Sólo pienso en ti’, de Cánovas Rodrigo Adolfo y Guzmán.
“María Dolores Pradera me encanta, porque me apasiona el folclore hispanoamericano” y, si habla de canciones en concreto, “de Serrat, desde Las pequeñas cosas hasta Mediterráneo”.
Más modernas, no le vienen a la cabeza, “pero sí que he oído una versión en catalán de Ayudadme, de Camilo Sexto, que me gusta muchísimo. La he escuchado un par de veces en el móvil, pero me parece una cosa completamente distinta”.
Ayuntamiento
En febrero del 1984, se presentó a las oposiciones de enseñanza en junio y ya había presentado instancias para la administración local, entre ellas Diputación y Ayuntamiento de Elche, “pero había plaza de ordenanza en el Ayuntamiento de Santa Pola. Más sencillas, más cortas y, en tres cuatro meses, me preparé. Esa fue mi primera plaza en el Consistorio”.
Tomó posesión en diciembre de 1984 y estuvo de ordenanza dos años y medio, “hasta agosto del 1987. Entonces hay una vacante en las bibliotecas por una excedencia, la de Nuria Montoro, única bibliotecaria que había. Me proponen venirme porque no había nadie”.
A partir de ese momento arranca con una comisión de servicio, “pero esos dos años de ordenanza fue de lo mejor en experiencia. Aprendí a situarme, a conocer cómo hay que reaccionar con la administración, aprender los ritmos y tuve la muchísima suerte de coincidir con alguien de enormes cualidades. Yo fui ordenanza y había un notificador que se llamaba Manuel Lara, un guardia municipal, pero esas eran sus funciones”. Lara le enseñó a llevar toda la cuestión de las notificaciones y cómo tenía que trabajar un ordenanza en el Ayuntamiento, qué se esperaba de él y qué debía hacer en un Ayuntamiento pequeño donde todo el mundo le conocía, “y antes de entrar a trabajar yo sabía los nombres de casi todos”. Acudía a notificar con la vespino, “con total naturalidad y tranquilidad. Todos los domingos tenía que ir a poner las banderas, pero para mí no era una obligación. Llevaba la llave del Ayuntamiento en el bolsillo y me levantaba contento a las ocho de la mañana para ello”.
Destaca que Lara le enseñó el respeto “sin artilugios, sin falsas modestias. Con naturalidad.
Paso a la biblioteca
Fue Marián Sempere, quien por aquellos entonces estaba terminando el máster de bibliotecas, quien le enseñó las principales herramientas para cumplir con su obligación con la máxima efectividad, “teniendo en cuenta que se exigían cosas muy variadas. En ese momento, no había más personas y, en la Casa de Cultura, sólo estábamos el equipo de limpieza, el conserje y yo. Hacíamos todo. Por las tardes acudía un auxiliar administrativo que trabajaba en el Ayuntamiento por la mañana para cuadrar las cuentas de la Casa de Cultura”.
Hablamos de 1987, cuando había una enorme demanda de bibliotecas, “pues fue una de las peticiones que nació en la Transición. De hecho, en la primera legislatura ya se aborda (1979-80) la creación de un edificio para la biblioteca y Casa de Cultura”. Las dimensiones de la anterior eran mínimas, porque estaba en el Castillo, “y en el año 1984 se inaugura la Casa de Cultura y la biblioteca”.
Lleno diario
Para Rafael Pla, a día de hoy sería inimaginable, “porque la biblioteca estaba llena todos los días. Todo lleno de estudiantes, de adultos que venían a leer la prensa, préstamos. Era un desborde y no tenía manos. Fundamentalmente por las tardes, por lo que aprovechábamos las mañanas para preparar todo... y con fichas manuales, que tengo guardadas. Las hacíamos con máquina de escribir y, cada libro, necesitaba un mínimo de cuatro. Se hacían una a una... un trabajo inmenso”.
Poco a poco, se empezó a ver la necesidad y, en poco menos de cuatro años, ya había tres personas en plantilla de la biblioteca “Marián entra en la primera plaza que se convoca e, inmediatamente después, la otra compañera, Luisa. En esos años, abrimos con un convenio con el instituto de la subida del Calvario, la biblioteca del instituto por las mañanas para el centro y, por las tardes, para el barrio. Así hasta que se declaró que el edificio tenía aluminosis y hubo que cerrarlo. La suerte fue que, justamente, se abrió el IES”.
En estos momentos, se contrató una persona más, Maite, “y esta plantilla de cuatro ha estado durante mucho tiempo de forma estable en los cinco años seguidos al 1987”.
En 1998 la biblioteca infantil ve la luz, en el Centro Cívico, “porque seguía siendo imposible atender todas las peticiones que había”. El gran cambio en las bibliotecas llegó en 2006, cuando se abre Gran Alacant, “aquello desbordó el trabajo, porque multiplicó el préstamo por dos y hubo que ampliar el número de trabajadores. Allí se arrancó con dos personas, habiendo ahora mismo tres y una cuarta contratada, porque el movimiento de Gran Alacant es fuera de serie”.
En relieve
Las bibliotecas arrastran y son ultra dinámicas en la villa, “lo último que ha completado el servicio han sido las salas de estudio. Aparentemente, pasa desapercibido, pero tenemos un servicio que abre desde hace más de diez años sábados, domingos y festivos. Ahora totalmente normalizado, preparado y aislado para que no entren ruidos”.
No tiene los datos en la mano, “pero sí que puedo decir que somos la única biblioteca pública de la provincia que ofrece salas de estudio todo el año. Sí que las hay que lo hacen en periodos extraordinarios de exámenes, pero nosotros lo hacemos todo el año en todo el horario, más fines de semana y festivos, mañana y tarde. Las bibliotecas de la universidad son otro mundo”.
Este mérito se atribuye a las peticiones de los usuarios. “El Ayuntamiento, además, ha puesto todos los medios. Ahora es el momento óptimo, porque horarios y servicios se ajustan a las necesidades reales. Creo que la gente se olvida porque sólo nos acordamos de ellas cuando hay problemas, cuando decimos que no se abre. Algo que, por suerte, no estamos teniendo últimamente”.
Esquema general
En 2004 se abrió el Archivo Municipal y, por fin, en 2009 se amplió la biblioteca central.“Nos subimos a la mediateca, con lo que tenemos dos plantas”. De 2006 a 2009 fue “una verdadera locura, creo que el momento en que más movimiento, más cambio hemos tenido. Abrir Gran Alacant, la ampliación y el archivo”.
Se cambia esquema, organigrama y se hace tan bien que “prácticamente, es el mismo que llevamos ahora en bibliotecas y archivos”. Pero hay una pieza más de todo el sistema, “yo era archivero bibliotecario, pero nuestro servicio es Archivos, Bibliotecas y Normalización. Cuando apruebo la plaza de bibliotecario, yo soy tanto eso como traductor de valenciano, no archivero. Al principio mi trabajo como traductor era escaso, con sólo textos oficiales a remitir, especialmente si hablamos de boletines o comunicaciones con Conselleria”.
Las necesidades fueron a más, “y con la Biblioteca Infantil en marcha, volvió a ser imposible atender a todo. Ahí es cuando se contrata a Mari Àngels y se crea la Oficina del Valenciano. Ésta es la pieza que faltaba para entender todo el organigrama.
Concepto
La Red de Bibliotecas de Santa Pola nació con un sistema moderno, con algo que va más allá de lo que la gente considera que debe ser una biblioteca, “y gracias a Marián tenemos una visión distinta desde prácticamente el inicio. Puedo decir que, de lo que yo hacía cuando llegué a lo que hacen ahora mis compañeras, no se parece en nada”.
A lo mejor, las cualidades del bibliotecario son parecidas, “pero el día a día es completamente distinto. Hace falta un gestor cultural, un animador, un programador, para controlar las actividades a lo largo de todo el año. En mis inicios, era distinto. Aquí sí que tengo que decir que ha habido un giro radical”.
Archivo
Rafael Pla está ocupando la plaza de bibliotecario-traductor hasta el 2000, cuando se convoca la de bibliotecario-archivero, “por lo que me vuelvo a presentar. A partir de entonces, paso a cumplir esa función”. Por aquellos entonces, no hay documentación y, la que existe, está dispersa. “En 2002 se terminan las obras del edificio y se colocan los armarios compactos. Empezamos a concentrar toda la documentación, parte de los cuales estaban guardados en la que fuera cárcel del Castillo; también en las casas de los maestros del Virgen de Loreto; en Santa Pola del Este; y en la tercera planta del Ayuntamiento. Así fueron dos años”.
En 2004 se haya en su lugar el grueso de la documentación dispersa, “y empiezan las reformas en 2007 y 2009, para dejarlo como está ahora. Por lo tanto, podemos decir que no sé cómo sobrevivimos a todas las novedades entre 2002 y 2009”.
El control de la documentación tramitada, hasta entonces, dependía de cada uno de los departamentos, “y la que no cabía en las dependencias municipales, acababa dispersándose. Buscar algo, de lo que fuera, resultaba muy complicado”. Para Pla, el Archivo era su deuda pendiente, “más tras estudiar Historia, con mi trabajo de fin de carrera de catalogación de documentos de protocolos notariales en el Archivo Municipal de Elche, habiendo participado en el censo-guía de los archivos de la provincia... casi era una cuenta sin saldar”.
El Archivo supone un cambio de ritmo, volcarse en la recuperación de patrimonio documental e intentar recopilar lo máximo posible de aquellos legados que hacen referencia a nuestro pueblo “es un trabajo que da muchas satisfacciones porque, cada vez que consigues el ofrecer a alguien una información que busca, entiendes que merece la pena todo este trabajo. Una labor que puede parecer no tener mucho sentido, a priori, pero siempre tiene su compensación”.
En Archivo se trabaja sobre toda la documentación administrativa del Ayuntamiento, “con 3.500 metros de estanterías que tenemos. Ahí está todo desde mediados del siglo XIX”. Ése es el volumen más grande de trabajo, “prestar la que necesitan y recoger, ordenar, clasificar y tener disponible la que va entrando”.
El gran desconocido
“Creo que el Archivo Histórico es el gran desconocido, pero lo considero una necesidad fundamental. Ponerlo en valor y difundirlo, porque cada vez hay más gente interesada en ello. Cada vez más personas me piden realizar una visita y, por supuesto, ver una muestra de documentación antigua, donde enseñamos los documentos más atractivo... pero sólo es una mínima parte de lo que tenemos”.
Para Rafael Pla, ese es el gran reto del futuro inmediato, “difundir el Archivo Histórico, porque el público puede ver la historia real, no una fábula o un cuento, sino conocer los hechos que realmente ocurrieron”. Santa Pola ha tenido la suerte de poder dar pasos en ese sentido, “porque firmamos un convenio con el Distrito Marítimo, la antigua Comandancia de Marina, y pudimos traernos toda la documentación que teníamos allí. Tenemos los libros de inscripción marítima desde mediados del XIX; los libros de rol de las embarcaciones de pesca que ellos conservaban”.
También se ha iniciado un proceso parecido con la Cofradía de Pescadores, pudiendo rescatar toda la documentación concerniente a Vatasa, “que cerró y alguien vandalizó las oficinas. Sin embargo, se pudo acudir con rapidez para traernos toda la documentación... que es mucha”.
El objetivo es aglutinar el máximo posible de los testimonios de una Santa Pola del pasado, “que estamos empeñados en poner en valor”.
Junto a esos fondos, existen los fondos privados, como los de la familia Quislant y los fondos de partituras de Manuel Quislant. “que guardamos y algunos de los fondos de las partituras han podido volver a ser interpretadas por las bandas locales, recuperando la tradición”.
Relacionado con todo esto, está la difusión de las publicaciones, “las cuales arrancaron hace mucho tiempo, antes de tener el Archivo. Queríamos tener textos rigurosos para que la gente conociera la realidad local. En todos estos años, tenemos quince trabajos publicados, más otros en preparación que no tardarán en ver la luz. No sólo los trabajos de investigación histórica, también de distintos temas locales”.
Documentos relevantes
Muchos son los documentos históricos que han pasado por sus manos y, como más significativos a nivel local, recuerda la satisfacción al encontrar el padrón más antiguo de la villa, “que data de 1901. Cuando lo sacamos de entre una pila de papeles pautados de ordenador, y vimos que estaba entero, completo, en buen estado de conservación y sin faltar una página, ha sido para mí una de las cosas más atractivas”.
No se posee documentación anterior al siglo XIX, “pero los más antiguos tienen un valor incalculable. Hay un documento donde se enumera lo que existe en el archivo, que data de mitad-finales del siglo XIX.... pero ya no están. Esos papeles se perdieron y da pena el saber qué hemos perdido. Hay que decir que, en esos momentos, no existía la sensibilidad de hoy en día”.
Echa la vista atrás, a sus inicios con su tesina, rodeado de documentos notariales originales, “una cuesta arriba, una curva de aprendizaje, en el que había que desentrañar todo un lenguaje. Documentos del siglo XVIII”.
El mayor reto
El mayor reto al que ha tenido que enfrentarse en la batalla de la organización y recuperación de la información “ha sido el establecer un criterio uniforme para que todo el Ayuntamiento funcionara de la misma manera a la hora de archivar. Todos los departamentos tuvieron que entender que esa documentación no iba a dejar de ser suya... pero debía venir aquí”.
Tuvo que convencer de que “aquí estaba más segura y de que, en ningún momento, iban a perder el control o la confidencialidad de los datos que ellos manejaban”. Para Rafael Pla, esa ha sido la mayor dificultad, el que se interiorizara el cambio de gestión, “y tuve muchos casos de funcionarios que no se fiaban. Han llegado a venir ellos mismos a poner sus documentos en las estanterías, para saber dónde los dejaban. Algo puntual, en su momento, pero cuando tuvimos que traer toda la documentación del Ayuntamiento costó”.
Este fue el germen de los archivos de oficina, del protocolo común que siguen todos los departamentos, “porque hubo algunos que siguieron con su rutina y otros que aceptaron los cambios”.
La otra gran cuestión
Para Pla, aún quedan cuestiones pendientes dentro del Archivo, sobre todo una “que estamos sacando a flote, y no es otra que la documentación histórica”. En el momento que la documentación administrativa está estabilizada, “y que mi compañero Ángel se encarga a la perfección”, queda el segundo aspecto, el trabajo sobre lo histórico.
Su reto, “con palabras mayores, es la página web de Archivo. La página la tenemos empezada, pero vamos conforme nos pide el día a día. El reto será tanto la web como la documentación histórica y su digitalización, más el posible uso que se pueda dar a través de internet”.
El conocimiento físico, real, palpable (aunque no literalmente, por supuesto) de la documentación histórica es otra cuenta pendiente, “porque la historia entra por los ojos, contemplando los nombres y apellidos de todos los protagonistas”.
Tecnología
Los avances científicos en estrategias y tecnología de la comunicación, como pueden ser la digitalización y el acceso desde casa, “es un futuro que está presente. En bibliotecas ya está presente el acceso desde casa y, en el Archivo, está a punto de empezar”.
Los usuarios de las bibliotecas locales son conocedores del e-biblio y el e-film, “préstamo digital para el que no es necesario desplazarse a la biblioteca y que llega al dispositivo deseado del usuario”. El futuro para el Archivo, “va por ahí, porque no se pueden cerrar puertas”.
Orgullo
Como proyecto de largo recorrido, se siente altamente orgulloso de las publicaciones, “que no siempre han contado con una frecuencia constante, pero sí hemos mantenido una línea. Proyecto del que estamos especialmente contentos en Archivo es éste, porque tenemos dos colecciones que están vivas y con copias difíciles de conseguir, porque se agotan”
La publicación de las mismas se intenta que no sea onerosa para las arcas locales, “y bien con subvenciones de Diputación o Generalitat, o entidades privadas, como las cajas, en su inicio, se sacan adelante”.
Por otro lado, aunque no está en su mano la coordinación y gestión, sí que se siente más que orgulloso de la labor incansable de la Red de Bibliotecas, “porque llevan una trayectoria que abarca no sólo préstamos, sino cursos, talleres, conferencias, presentaciones de libros... sólo viendo la actividad de Poetas en el Aula, en colaboración con los institutos; más las visitas escolares y la programación en conjunto, es símbolo de un gran esfuerzo diario. Esa es la seña de identidad de nuestras bibliotecas: no podemos presumir de instalaciones o presupuestos, pero sí en iniciativa y trabajo”.
En Archivo, se ha tenido que empezar de cero y, ahora, “estamos marcando las líneas deferenciales y se están empezando a ver las cosas que pueden ser diferenciadoras”.
Oficina del Valenciano
Otra de las grandes señas de orgullo es el papel que realiza la Oficina del Valenciano, “porque nos hemos conseguido crear un hueco dentro del público”. Estamos en un municipio predominantemente valenciano “por lo que es fundamental el promocionar su uso, que la gente vea que está más allá del uso coloquial en casa, de ahí nuestro énfasis en las campañas y su continuidad”.
En colegio e institutos la enseñanza de la lengua valenciana se mantiene, “pero el que exista presencia del valenciano en la calle, sentimos que es reponsabilidad nuestra. Sentiríamos un vacío y, gracias a la Oficina y sus acciones, podremos mantener esta importante línea de trabajo”.
En el cajón
Siempre han intentado ampliar la biblioteca central, darle más presencia física, “porque está dentro de la Casa de Cultura y, aunque no pasa desapercibida gracias a sus actividades, hubo un momento en que todas las bibliotecas salieron a edificios individuales. Nosotros perdimos ese tren y tenemos a la central y a la infantil en espacios compartidos (Casa de Cultura y Centro Cívico)”.
En opinión de Rafael Pla, hace que no tengan la presencia requerida, “algo que no ocurre en Gran Alacant, donde sí se identifica como tal”. Espera que, en el futuro, pueda resolverse, porque los ayuntamientos tienen muchísimas necesidades que cubrir, “pero sí me gustaría un edificio exclusivo para las otras dos, ya que cambiarían determinadas dinámicas”.
También hay algunas cuestiones que estarán siempre pendientes de resolver, entre ellas las plantillas de las bibliotecas, “porque es altamente complicado atender las necesidades que se tienen, porque los servicios siguen creciendo y la demanda te lleva a seguir creciendo de manera constante”. Pla afirma que se ha de tener muy claras las necesidades reales y cómo cubrirlas.
En el Archivo también se tiene planteada la ampliación, “ya que tenemos el espacio justo en la parte de abajo, porque actualmente estamos a más del 99% del espacio ocupado. Abajo hemos hablado con los técnicos para que realicen una primera evaluación”.
Proyectos a recuperar
Las becas de investigación Cap de l’Aljub es otro de los grandes proyectos que recuperaría, “pero con otro carácter”. Asegura que dejaron de hacerse “y empezamos las publicaciones porque éstas eran proyectos demasiado técnicos. Proyectos de tesis de fin de grado o carrera que se presentaban altamente perfectas, pero queríamos un aire más divulgativo. Riguroso, pero dirigidas al lector medio, no a un entorno académico o universitario, sino a las personas que quieran información sobre temas locales”.
Echa en falta el ambiente generado por las becas y premios para el talento joven, desde musicales a literarios o cómic, en colaboración con el Racó Jove. “El día en que se juntaban todos se creaba un sensacional ambiente. Ahí tiene un papel muy importante el futuro uso de Villa Adelaida, que se creó para el fomento del talento joven”.
Marián incorpora el proyecto de Villa Adelaida al personal de la biblioteca, “y puede tener un perfecto encaje la recuperación de este trabajo. Altamente atractivo y que compensa muchísimo”. Cuenta una anécdota sobre una escritora que ganó el primer certamen, “que iba al instituto en esos momentos. Hoy en día tiene un grandísimo prestigio, pues ha sido publicada en varias editoriales. Cuando vino Itzíar Mínguez en el proyecto de Poetas en el Aula sentimos una gran satisfacción. El hecho de dar a la gente la posibilidad de expresarse, es altamente atractivo”.
Jubilación
Cuando se jubile, está seguro de que seguirán los mismos programas que ha ido implementando en todos los archivos, “y existe una total disposición para cubrir las necesidades con mi marcha. Tanto en mi persona como en el personal necesario. Existen necesidades reales en bibliotecas y archivos y hemos mantenido conversaciones para que el tránsito de mi marcha tenga el menor impacto posible y se creen las plazas adecuadas para que el servicio se mantenga y mejore”.
Marián será la responsable del servicio a nivel global, “pero tendrá ayudas para encargase de áreas completas, porque será imposible encargarse de todo, y habrá de supervisar, que es el plan de personal. La continuidad, por tanto, está asegurada”.
Santa Pola tiene la suerte de tener un equipo que lleva mucho tiempo trabajando juntos. En total, hay doce personas en el núcleo de las bibliotecas y, al menos, nueve llevan haciéndolo desde que se incorporaron. “El encaje del reparto de nuevas obligaciones para que el organigrama quede compensado es el reto, el cambio que habrán de afrontar”.
Casa de Don Gabino
Se ha comentado con anterioridad la importancia de la documentación histórica, “y que pudiera estar ubicada en un sitio como la Casa de Don Gabino, es idónea. El escaparate perfecto para lo que se pretende, tener su propio espacio expositivo, para presentar reproducciones, para focalizarse en la historia local. Me parece una idea muy buena que la Corporación considerara eso. Sería culminar todo el trabajo de recuperación histórica”.
Está seguro que se llegará a ver en un futuro próximo, “que no inmediato, pero sí cuajará la idea y será el toque definitivo para que resulte atractiva la llegada del resto de nuestro patrimonio documental que está repartido. Las campañas de recogida de fotografías, que hemos hecho ya, y mostrar el resultado en un entorno como ese.... tener allí el punto de partida de ese trabajo, incluso, es perfecto”.
Corporación
Quizás por su manera de hacer las cosas, quizás por su forma de ser, siempre ha mantenido una buena relación con los responsables de sus áreas, “aunque muy poca con los alcaldes, salvo cuando hemos sido requeridos. En el día a día, siempre he procurado coordinarme con la persona o personas a cargo de las áreas. Unas veces han coincidido en el mismo y, otras, hasta tres diferentes”.
Siempre ha procurado Pla tratar las cuestiones internas con los concejales, “lo que no quiere decir que no me haya gustado mantener buenas relaciones con los alcaldes o alcaldesas”. Han tenido concejales de todo el espectro político en los más de treinta años de historia de bibliotecas y archivos, “y hay un elemento común, con ventajas e inconvenientes. Hemos trabajado siempre al margen de la polémica, procurando siempre buscar soluciones a los problemas y abordarlos con un plan de actuación. Por eso nuestras relaciones han sido siempre muy fluidas, sin demasiados inconvenientes”.
Los problemas que ocurren, “en la casa grande, en el Ayuntamiento, se viven de forma más intensa. Nosotros, como estamos fuera, se experimentan de forma distinta”. Cuando empezó, el primer concejal responsable de bibliotecas, “la persona que me propuso el traslado, Maruja Sempere, era de la edad de mi madre. Ahora los concejales que podemos tener son de la edad de mi hijo. Hoy en día, es José Pedro, que es de mi mismo año”.
Califica de “muy buenas” las relaciones con todos, “pero también hemos tenido una grandísima independencia, para organizarnos como queríamos, sin tener que explicar continuamente los cambios que realizábamos. A nosotros nadie nos ha pedido explicaciones por terminar una presentación a las diez de la noche, o cuando hemos querido organizar algo en la calle. En todas nuestras acciones no hemos tenido que dar muchas explicaciones”.
Planes de futuro
Asegura que el trabajo de coordinación y gestión “desgasta” y sé el estrés que provoca el tener que hacer algo en una fecha concreta “como puede ser justificar una subvención, cumplir unos plazos... el trabajo que no es atender el día a día. Éste es exigente y desgasta. Conforme nos planteamos nuestro trabajo, la implicación es total, si quieres que salgan las cosas. Es esa voluntad la que empuja todo y llega un momento que todo ese esfuerzo pasa factura, pasando a un segundo plano cuestiones de tu vida personal”.
Llega un momento para Pla, “donde ya no se pueden posponer más las cosas y, creo que en parte, me jubilo sólo para hacer lo que no he podido hacer durante los últimos años. Poner al día y en orden mi vida y tenerlo todo un poco más controlado, no teniendo el caballo desbocado que llevamos ahora”.
Sus amigos le dicen que lleva trabajando igual los últimos treinta años, con jornada partida y trabajando los sábados que le toca, “pero no sé dónde se me va el tiempo. Tengo que decir ya, porque mi tiempo libre no me da tiempo a más. Llega un momento en que la familia te necesita más que el trabajo y el día a día te obliga a estar presente. A eso me voy a dedicar, a hacer feliz a los que tengo cerca, porque no tengo un plan concreto”.
Tiene muy claro, si es que todo va bien, porque ayudará en lo que pueda, “que no voy a desaparecer. Tengo claro que vendrá alguien que tendrá que aprender las cosas que hago. Pero eso requerirá una pequeña parte de mi tiempo”.
En cuanto a grandes planes, de momento no tiene nada en el horizonte, “ni viajes ni nada. Sólo orden y calma. Ver una película, escuchar música”. Pero sí tiene claro que no dejará de lado el tema de las publicaciones “y si mis compañeros quieren, seguiré ayudando corriendo textos o dando opiniones. Por mi cuenta, hacer cosas, quisiera, pero no quiero plantearlo como una obligación cuando termine. No sé cuáles serán las nuevas cosas”.
Un mensaje
Sobre sus compañeros, está seguro que continuarán con la misma línea de trabajo. “Cambiarán responsabilidades por la necesaria reorganización del servicio. Tienen todo el interés y experiencia para que vayan bien las cosas. No les deseo suerte, pero sí calma, para poder afrontar las cosas con sentido común y esperando el momento adecuado para poder realizar los proyectos que consideren adecuados, junto a la constancia que siempre se ha mantenido”.
Le gustaría que hubiese más sensibilidad hacia el tema del archivo, “deseándoles que se impliquen y les interese la historia y la cultura local. Ahí está nuestra identidad y la manera de seguir formándonos mejor. Estos servicios que tenemos son muestra clara de que, si apoyamos, si participamos en los que tenemos, se mejorarán.