
Este año las fiestas en honor a la Virgen del Carmen se viven con un sabor agridulce. Y es que por primera vez en 46 años Carmen Abad Llopis, la Tía Carmen, no va a estar presente. Falleció en febrero a los 82 años después de más de media vida dedicada a su Mare de Déu.
Y es que además de compartir el nombre con ella, Carmen tuvo una experiencia vital muy ligada a la Patrona de los Marineros. A principios de 1965, según recuerda su hija Magdalena Pérez, la llevaba a ella al consultorio de enfermería porque había sufrido un accidente y viendo que había una señora barriendo, se ofreció a ayudarle. Y desde entonces no paró. Quiso dar las gracias a la Virgen porque su hija se recuperó del accidente y por haber auxiliado a su marido, marinero, cuando cayó al mar en dos ocasiones y se salvó.
Desde aquellos tiempos la capilla ha cambiado mucho. Era de paredes blancas que cada año había que encalar y con el suelo de cemento del que había que quitar la tierra.
A la Virgen la sacaban a hombros quienes hacían el servicio militar. Ahora los jóvenes costaleros que la portan ya le han dicho a Magdalena. “Aunque este año seas tú la que nos pongas el pañuelo y el fajín, vamos a tener a tu madre presente y a pensar que es la Tía Carmen quien lo hace”.
Además de entre los santapoleros, Carmen Abad era muy apreciada entre los veraneantes de distintos puntos del país que cada año nos visitan y con los que había trabado amistad. En estos días se han escapado muchas lágrimas en la Capilla cuando se enteran de que Carmen ya no está.
“Sólo tengo la ilusión de hacerlo medianamente bien y poner a la Virgen tan bonita como ella lo hacía”, comenta su hija y ahora ermitaña Magdalena Pérez.