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El Diccionari santapoler, las ‘voces’ que nos identifican

 
Viernes 26 de enero de 2024 0 comentarios
 

- Antoni Mas i Miralles ha realizado una labor titánica y espera que el proyecto continúe para que no se pierda este gran patrimonio cultural inmaterial que es la lengua

Una vez más, Rafael Pla se alegraba por ver que la Biblioteca Central de Santa Pola se llenaba hasta la bandera por la presentación del libro de Antoni Mas i Miralles, “escrito en valenciano, que trata del valenciano y, más que nunca, sobre nuestra lengua, sobre la que utilizamos todos los días”.

Cuando Rafael Pla repasaba con Manuel López, maquetador del libro, las pruebas de los diferentes capítulos, comentaban la cantidad de palabras y expresiones que “hacía mucho tiempo que no habíamos escuchado o utilizado. De hecho, hay muchas que desconocíamos por completo”.

Muchos de los términos que recoge el libro están condenados a su desaparición, “porque son objetos que ya no existen en nuestro día a día, como el llibrell, utensilio de la cocina”. El reto y la responsabilidad consiste en “conservar y transmitir nuestra lengua y estar, como mínimo, al nivel de santapoleros y santapoleras que durante ocho siglos han mantenido este rico patrimonio”.

Nely Baile

Nely Baile, la concejala de Fiestas, Cultural y Normalización Lingüística, ha conferido todo el apoyo y la confianza para “llevar a cabo este proyecto”. Baile quiso apuntar que siempre es una gran satisfacción la presentación de un libro pero, en este caso, con doble alegría, “porque hablamos de una publicación de nuestro pueblo y en nuestra lengua, el valenciano, el Diccionari santapoler”.

Este trabajo se enmarca dentro de la colección “Cuadernos de Santa Pola”, y ayudará a conocer mejor la realidad del pueblo. Es consciente de la gran cantidad de esfuerzo invertida en este libro, “de casi 300 páginas. Un trabajo de recopilación paciente, de entrevistas y consulta bibliográfica, que se han tenido que estudiar y presentar. Un trabajo que sólo alguien como Antoni Mas, con su trayectoria académica, podría abordar”.

La edil recordó que la propia obra reconoce en su prólogo que es un “trabajo incompleto” dada la imposibilidad de recogerlo todo. Aún así, es un gran compendio de palabras y expresiones “que cumpliendo con los límites de la publicación, se plasman en el texto”, lo que no quita que el autor haya seguido recopilando, “aunque es materialmente imposible incluirlo todo, como hubiera sido su deseo y el nuestro”. Nuevas serán las aportaciones que se podrán introducir al trabajo en futuros proyectos.

Además Baile estaba segura de que no dejará indiferente a cualquier lector que lo consulte, “porque se verá identificado con las expresiones de uso cotidiano y volverán a su mente palabras que ya no se utilizan o que, únicamente, ha escuchado a nuestros mayores”. Este Diccionari también facilitará al lector la posibilidad de conocer términos específicos, como pueden ser los usados en la construcción naval, “las expresiones propias del habla de los marineros o, incluso, muchos nombres de pescados que no conocemos”.

El trabajo conjunto del autor y de diferentes colaboradores ha dado como resultado un interesante compendio de imágenes y fotografías que “siempre que ha sido posible, han sido hechas en Santa Pola”. Este Diccionari gráfico de por sí recoge objetos, palabras, fauna y flora del pueblo, “un valor añadido que ha permitido personalizar y enriquecer el resultado final. Por este motivo quería dar las gracias a los fotógrafos profesionales y aficionados que nos han autorizado el hacer uso de su trabajo”.

Agradecimientos

Sobre este último caso, apuntó a Esteban Antón Leonís, “que ha aportado casi todas las imágenes concernientes a la fauna de la Sierra de Santa Pola. Así como buena parte de las plantas”. También agradecemos la colaboración de Luis Alfonso García Aragonés por aportar las imágenes “de las localizaciones más significativas, como el Pas del Cavall, la Foia Roja...”. A esto se suman las de Pepe Espinosa, Sergio Soldevila, Pepe Sempere Clement, Philip Uglietta y David Poveda, “y el trabajo de Mari Ángels Sempere Linares y Marian Sempere Clement, que además de actuar como reporteras gráficas, localizando los objetos que necesitábamos, han servido de improvisadas modelos de manos o pies cuando ha sido necesario”.

No quiso olvidarse de la gran disposición del Museo del Mar, a la hora de facilitar la reproduccción del material conservado en sus instalaciones. Ni tampoco de Jorge Verdú, de quien son las ilustraciones de las láminas de barcos o de los vestidos tradicionales, entre otras.

Este libro ha sido subvencionado por la Diputación Provincial de Alicante quien, como en muchas otras ocasiones, ha sido clave para que este libro viera la luz. “En este caso, lo ha sido gracias a la inclusión de la publicación del diccionario en la convocatoria de ayudas a las actividades culturales, musicales y escénicas 2023”.

La coordinación y gestión administrativa de la edición ha sido responsabilidad de Marian Sempere y Rafafel Pla, desde Archivo y Bibliotecas.

Términos que despiertan sensaciones

Baile se dirigió al autor para decirle que “se hablará mucho de este libro, durante mucho tiempo”. En un plano personal, confesó que ha hecho suyas palabras y expresiones que recoge “por las buenas sensaciones que me han despertado: l’aixovar, que tenía que prepararme sí quería casarme bien, como diría mi madre. Ja t’has enforrumat que soltaban en casa cuando algo no me había salido bien. La fregassa, siempre pendiente de escurrir. Mamola o mamolós... quién no ha dicho estas palabras. En casa de los marineros siempre se ha escuchado la jarea. Si hablamos de las fiestas de Pascua... fogassetes y los pasacalles, els passacarrers, durante las fiestas. Quién no ha pedido un nugolet durante el aperitivo”. Por todos estos motivos se mostró bien segura de que serán muchos los que, como ella, disfruten de la lectura.

Breve historia del valenciano

El autor aseguró que este libro sirve también para eliminar prejuicios existentes, “ya que muchos se eliminarían si conociéramos un poco la historia del valenciano”. El valenciano es una lengua que llegó a estas tierras en 1265, con la llegada del rey Jaime I, que venía acompañado de repobladores para estas tierras. “Repobladores que traían su propia lengua y que las futuras generaciones, nosotros, la seguimos hablando”.

Por otro lado, el castellano es una lengua que llega más tarde, en el siglo XVI, y poco a poco, “gracias a su prestigio, en pleno Siglo de Oro, va desplazando el valenciano, que sigue siendo la lengua oficial hasta 1707. Con oficial queremos decir que era la lengua que usaban notarios, abogados y en los consells municipals... inlcuso la Iglesia”. A partir de esta fecha, tras la famosa batalla de Almansa y con la victoria de los Borbones, “se anulan los Fueros de los valencianos, y se prohíbe el uso del valenciano en muchos ámbitos. Así, hasta el 1978, cuando la Constitución recupera lo arrebatado en el siglo XVIII”.

Estructura del libro

Este ejercicio histórico es el que ha realizado en la introducción del libro, pero focalizándose en la variedad local, “pues, como en todas las lenguas, el valenciano no iba a ser una excepción”. Tras las 25 primeras páginas, centradas en el aspecto más histórico-lingüístico, comienza el diccionario como tal de 180 páginas. “Posteriormente, arranca el diccionario ideológico, es decir, que no clasifica las palabras por orden alfabético, sino en clave semántica. Con esta división por campos semánticos podremos conocer mejor la sociedad que lo utiliza – y abarcaría unas 40 páginas, junto con láminas -”.

Afirma que recoger palabras es un “defecto profesional” de todo filólogo, del mismo modo que también lo ha hecho con la toponimia, “más cuando eres consciente de que hablamos de una variedad que es diferente a la de Alicante, Elche o Crevillente”. Una variedad que, como todas, tiene algunas palabras exclusivas como pintó, mientras que en otros lugares utilizan pinta o batidor.

Puso en valor un artículo de Rafael Bonmatí en el Libro de Fiestas, del año 1989, donde recogía algunas de las palabras y frases propias del “santapolero”. De la misma manera, resaltaba la ausencia de estudios académicos al respecto, haciendo un llamamiento a aquellos que, algún día, pudieran hacerlo de una forma más profesional. “La idea era muy buena”, la semilla estaba sembrada y era cuestión de tiempo que germinara.

La escuela “ha hecho mal”

Antoni Mas expresa, no sin controversia, sus diferencias con el sistema educativo: “la escuela ha proporcionado una definición que enfrían la naturaleza de la lengua y que se ha reducido a decir que “la lengua es un conjunto de signos lingüísticos que sirve para comunicar”... Ante tal definición, y con el avance de la lingüística como ciencia desde los años 60, “donde se introducen nuevas realidades, como que la lengua es un sistema heterogéneo, variable y dúctil, y que tiene muchas más funciones además de comunicar”.

La lengua es un conjunto de variedades, desde geográficas (porque no se habla igual en Santa Pola que en Vinaròs), temporales (porque no hablamos igual que nuestros abuelos, del mismo modo que nuestros nietos no usarán las mismas palabras), socioeconómicas (según el nivel de estudios, estrato socio-económico, etc., se usarán unos términos u otros), y situacionales (no utilizaremos el mismo vocabulario en una conferencia que cuando hablamos con unos amigos).

Registros y polisemia

La cosa se complica si a esto hay que añadir los registros, como el científico-técnico, literario, jurídico-administrativo, periodístico... cada uno con sus modismos y vocabulario específicos. “Cuanto más formal es una palabra, es más unívoca, más monosémica, que sólo es una cosa. Cuando más abajo, en el registro, en la charla informal, la palabra es más polisémica, tiene más significados”. En ejemplo práctico: “Joan padece una intoxicación etílica aguda -registro formal – Joan se ha pillado un pedo como un piano – registro coloquial-”. Ambas frases dicen lo mismo, pero la diferencia es que una pertenece al registro científico-técnico y la otra al habla cotidiana.

Los valencianoparlantes santapoleros escuchan y hablan valenciano, pero la mayoría escriben y leen en otro idioma, que es el formal aprendido en la escuela, el normativo. Los valencianos santapoleros utilizan el registro coloquial en el habla cotidiana, pero en el resto de situaciones comunicativas utilizarán registros más formales, más elevados. “Por eso”, indicó Mas, “este libro está formado por las palabras, frases y expresiones del registro informal, con palabras que tienen más de un significado. De hecho, hay tanta variedad que, a veces, la misma palabra significa cosas distintas a diferentes personas”, que no conocen todas las posibles acepciones de la palabra.

El ejemplo práctico lo puso con la palabra verderol que puede ser un pájaro cantor, un pescado e, incluso, se puede utilizar en la frase estás fet un verderol, poniendo un calificativo a una persona. La fregassa puede referirse a la vajilla escurrida o sucia, que aún no está fregada, depende de las casas, etc. Margalló, en la Marina Alta, es sinónimo de ir bien vestido, elegante, y en Santa Pola la acepción es que va borracho.

Añadidos de otras lenguas

Todas las lenguas tienen palabras propias, patrimoniales decimos, y palabras provenientes de otras, son las denominadas préstamos o extranjerismos. El valenciano deriva de la lengua que hablaban los repobladores, mayoritariamente catalanes, que vinieron con Jaume I, además de otros que procedían de Aragón. Por eso también contamos con aragonesismos como bonico, caldo, catxirulo, cordero, sarnaxo, tronxo, tomillo, etc. Como vemos, la mayoría terminan en una o átona.

A partir del siglo XVIII, se introducen palabras que provienen del castellano: maravilla, labio, comedor, tarugo, concejal (siendo en valenciano regidor) y, una de las más usadas, jamó (en vez de pernil, valencianizando la original quitándole la n). Muchos castellanismos han sido adaptados como menejar, apellit, vistasso, carpinter, veranejar, etc.

Otras muchas palabras se comparten con las gentes de Elche, “porque Santa Pola se constituye como pueblo en el siglo XVIII, pero se puebla con gentes venidas de la vecina ciudad. Estos no vienen mudos, sino que lo hacen con su propio lenguaje, con su propia variedad. Fogasseta, encarnella, formigó, assarp, tramuso, etc, son palabras propias de las dos localidades.

El léxico santapolero

Y, cómo no, al santapolero también se le han ido añadiendo términos oriundos: mamola, en cúrios, fer la gaetxo, morceguillo, palminetes, etc. Todo este léxico santapolero se puede dividir en tres apartados, el de la lengua de los siglos XIII a XV, con algunas palabras que provienen de la zona oriental de la lengua y de “arcaísmos, sobre todo, que no han evolucionado. Se puede encontrar en palabras como ans, sendemà, sípia, comare, entregue, rot y rota, xollar, etc. De los siglos XV al XVIII, la gran mayoría, proviene ya de la zona occidental. Y, finalmente, desde los siglos XIX hasta ahora, “hay una gran introducción de castellanismos, un hecho perfectamente normal”, dado la fuerza que experimentó esta lengua.

El Diccionario recoge las palabras que “tienen un cierto interés léxico”, además es un diccionario de uso, sólo las palabras que usan los santapoleros, sin intentar ser una obra prescriptiva. Antoni Mas quiere insistir en que, aunque santapolero, sigue siendo valenciano como el que más: somniar, febra, palmito, sorra, tafulla, etc., modismos que son usados en la lengua valenciana común, “pero que en Santa Pola tienen acepciones diferentes”.

Tener un enganxó, se entiende con la acepción de haber discutido con alguien. Un floc es también una mancha, (en valenciano normativo, floc es ‘copo’). Acepciones diferentes: ‘parla molt bé, és un Jesuita’, una palabra que existe en la lengua normativa, pero con acepción diferente. Los santapoleros podemos entender perfectamente el significado de la frase este xiquet és un roig manpèl, haciendo referencia a un pelirrojo que tiene mucho peligro, que es un ‘diablo de chiquillo’. Puso muchos más ejemplos de voces que aparecen en el Diccionario presentado, entre otras cagón, referido a ‘niño’, adjetivo que se utiliza en Santa Pola para referirse también a las guarderías: Va a l’escola dels cagons. En su segunda acepción, significa ‘cobarde’: Contesta li, no sigues cagón.

Campos semánticos

Finalmente, en la parte de diccionario ideológico se intentó clasificar las palabras en cinco campos semánticos: geografía, fauna, vegetales personas y el mundo marinero. A este respecto, señaló como curiosidad que en el campo de “personas” los “nombres despectivos tenían una amplitud tan grande. No era consciente de ello”.

Afirma que el último punto es el que le otorga una personalidad especial al libro, porque hablamos de un pueblo lleno de elementos de la cultura marinera, y se recogen desde tipos de embarcaciones a los aparejos, pasando por el nombre de los peces. “Además de las fotos, la obra incluye todo un amplio espectro de imágenes que dan apoyo a esta cultura marinera, al que ha sido espacio en el que se ha reunido la primera flota pesquera del Mediterráneo español. Conservar toda esta cultura es una obligación y merece la pena”.

Tantos y tantos términos se ha dejado en el tintero, “porque recogerlos todos era imposible”, pero le ha quedado la ilusión de que más adelante puede haber nuevas ediciones y, gracias a las nuevas tecnologías, incluirlos a nivel digital para su consulta a través de Internet. “Y que dentro de unas décadas venga otro a completar la tarea”. Hay cerca de 4.500 palabras que ha terminado recogiendo a lo largo de toda su vida, y matizar todas ellas ha sido una empresa realmente grande.

Por último, quiso agradecer a todas las personas que han ayudado a la elaboración de este libro.

 

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