Tras el pregón que da inicio a las Fiestas de Santa Pola, el día 1 de septiembre, cada año, tiene lugar en la Playa de Levante el Asalto Moro, mediante el cual, santapoleros y santapoleras recrean con bailes, flechas, espadas y pólvora una invasión berberisca a un campamento cristiano por aguas del Mediterráneo, con el fin de convertirse en los dueños del Castillo Fortaleza.
Como novedad, este año se ha abierto el Asalto con una pequeña introducción por megafonía creando ambiente y poniendo a los espectadores en situación. A modo de introducción, se explicó al público cómo Santa Pola fue refugio de navegantes y escala obligada para el comercio en el Mediterráneo. Tras la desintegración del Imperio Romano, durante siglos, apenas un puñado de familias habitaban estos parajes. En plena Reconquista, el Rey de Valencia Jaime II se enfrentaba a las tropas castellanas del Reino de Murcia, al que por entonces pertenecía Santa Pola y en 1305 se firmaba el Tratado de Elche incorporándose al Reino de Valencia todos los territorios al norte del río Segura. En los tres siglos posteriores, la vida se tornó peligrosa en la costa debido a los frecuentes asaltos por embarcaciones berberiscas, cuya lucrativa actividad consistía en saquear las poblaciones cristianas de la costa, preferentemente para capturar prisioneros, por los cuales pedían rescate o, directamente, los vendían como esclavos.
Justo aquí se construyó hacia el año 1337 la torre del Cap de l’Aljub, que sirvió de refugio a los pobladores. Los moros utilizaban la entonces deshabitada Isla Plana, la actual Tabarca, para esconderse y preparar sus rápidos ataques a la costa.
A mediados del siglo XVI se construyeron una red de torres y fortificaciones en la costa alicantina para prevenir las incursiones berberiscas. Así nacieron las torres vigía de Tamarit, Escaletes y Atalayola, que conectaban con la de El Pinet por el sur y la del Carabassí por el norte.
Más decisiva fue la construcción alrededor de la antigua torre del Cap de l’Aljub, del Castillo-Fortaleza, origen y corazón de Santa Pola y que, afortunadamente, sobrevive a nuestros tiempos.
Todo esto mejoró el avistamiento de las naves berberiscas desde la costa y, en consecuencia, la seguridad de la población. Fue así como creció el asentamiento de nuevos pobladores alrededor del Castillo y nació el Lugar Nuevo de Santa Pola.
Tras la introducción, un boato de bellas bailarinas precedió a la expedición berberisca y se presentó ante los cristianos. Posteriormente, el primer y tenso contacto entre moros y cristianos lo protagonizaron los Heraldos de ambos bandos, representados por Josué Vidal Bernal y Tomás Sempere Cremades, que se enzarzaron en un debate poco amistoso y llegaron a las manos en un conato de pelea que dejó claras las intenciones de ambas escuadras.
¡La batalla estaba servida!. Los dos bandos se dispusieron en formación de defensa con sus escudos y lanzaron andanadas de flechas sin causar, por el momento, grandes daños, aunque esta vez, las intenciones de los moros parecían distintas, puesto que en vez de retirarse al encontrar resistencia, las vanguardias de los dos se prepararon para enfrentarse por primera vez en un cuerpo a cuerpo con espadas y bastones.
Exhaustos, los contendientes repusieron fuerzas mientras un boato de sensuales danzarinas moras deleitaba a los espectadores.
Parecía que la situación se suavizaba, pero nada más lejos de la realidad, las huestes de la media luna provocaron una nueva andanada de flechas, acompañada esta vez por la pólvora y el estruendo de los arcabuces.
La batalla empezó a tornarse sangrienta de verdad, y este año como novedad, uno de los guerreros cristianos en heroica actitud combatió contra dos de sus enemigos teniendo la contienda un trágico desenlace.
En ese momento, la moral de los berberiscos estaba alta y prepararon una nueva andanada de flechas, esta vez avanzando muy cerca de la empalizada cristiana, por lo que los defensores empezaron a temerse lo peor.
Las danzas del boato se volvieron más guerreras y las huestes moras prepararon la carga definitiva contra el campamento cristiano por lo que a los pobladores no les quedó más remedio que retroceder y buscar refugio.
Los moros tocando la victoria con la punta de los dedos decidieron lanzar el ataque definitivo con un ariete que derribó las puertas del campamento cristiano y sembró el desconcierto entre las tropas de la cruz.
Los Embajadores de ambos bandos se retaron cara a cara. El Embajador Moro reclamó la rendición y el Cristiano, asumió la derrota pero juró venganza para recuperar aquello que un día les perteneció.
En este punto terminó el Asalto Moro emplazando a los presentes a la lucha a muerte, de pólvora y sangre, que tendrá lugar, con el objetivo por ambos lados de convertirse en los dueños del Castillo-Fortaleza.
Este, puede considerarse uno de los actos más espectaculares de las Fiestas de Moros y Cristianos y contó con la participación de unas 100 personas incluidas las bailarinas de la escuela local Fem Dansa .