Emiliano García Alcázar
 

A la memoria de Don Ángel Quislant Rodríguez

 
Viernes 17 de diciembre de 2010 0 comentarios
 

Con honda aflicción recibo una luctuosa y dolorosa noticia por teléfono desde Madrid, a las nueve y media de la noche, en este sábado 11 de diciembre, acompañado solamente de la inmensa paz que inunda en esta época de un año que se consume la apacible bahía de Santa Pola, y la escucho proveniente de una apesadumbrada y sollozante voz: “Soy la viuda de Ángel Quislant, Carmen; hoy lo hemos incinerado”, que con serenidad de ánimo asumo, encomendándome publicar una evocación <> en la tribuna de la prensa local como persona muy cercana y estimada por la familia Quislant. Algo que me honra y me colma moralmente, valorando la recuperación y difusión que he hecho de su labor y herencia musical.
Conocí a Don Ángel Quislant Rodríguez, al mismo tiempo que a su tía Doña Josefina, hermana de su padre, Don Ángel Quislant Cuesta, historiador y poeta, aquí en Santa Pola en la década de los años 80, y recuerdo que me fueron presentados por una persona íntimamente ligada a ellos y considerada como de su familia para los Quislant: el veterano músico de la Banda “Santa Cecilia”, José Ayala González, al que trataban con todo cariño, ya que había sido testigo directo de casi medio siglo de historia de la música santapolera presidida por la familia Quislant, y conoció a Don Manuel Quislant Botella, el notable compositor del “Motete-Himno a la Virgen de Loreto”, del que fue intérprete con esa banda que formó y dirigió su hermano Ángel, de quien el Maestro Ayala tuvo el privilegio de recibir lecciones de su instrumento, el clarinete, junto a su otra hermana Josefina, que le enseñó el solfeo.
Ayer, día 10 –fecha muy señalada-, acababa de presenciar, le hacía comentario a Doña Carmen, la tradicional Venida por mar de la Virgen de Loreto, hacia la que Don Ángel Quislant manifestaba una auténtica veneración y amor. Amor que profesaba a Santa Pola y a su Patrona. Año tras año asistía a su celebración religiosa, y estaba presente en la Misa de la Ermita de la Virgen de Loreto, y en fervor se unía a la ofrenda con el canto del “Motete” a ella dedicado por su tío abuelo, el Maestro Quislant. Mostró en vida Don Ángel un generoso y digno gesto de donar a su pueblo natal el legado de la dinastía familiar musical, y, dentro de él, la partitura manuscrita de ese cántico amoroso a la Virgen de Loreto juntamente al repertorio de partituras de la Banda “Santa Cecilia”, que dirigía desde principios de los años 40 del pasado siglo su abuelo, Don Ángel Quislant Botella. Una buena representación de estas partituras estaban firmadas por el compositor Manuel, siendo ejemplo la célebre “Amapola”, dedicada a Santa Pola, así como debo resaltar una muy poco conocida pieza sacra que escribiera la hermana del compositor, Josefina, “la profesora”, como popularmente era llamada, y que interpretaría al armónium dirigiendo al Coro de Voces Blancas de la Iglesia Parroquial: “Despedida de la Virgen”.Y quiero dar mi despedida, mi último adiós, a Don Ángel Quislant Rodríguez, no sin antes evocar a grandes trazos, que brotan espontáneos en estos momentos de pesar por su desaparición, su figura. Dejaba asomarse una fuerte personalidad que comportaba respeto. Su hidalguía, su talante noble, cortés y educado, su elegante porte, su señorial semblante, unidos a su forma de hablar de expresión muy castellana que enfatizaba, me hacen transportarlo al “Siglo de Oro”, tal vez, o a la época del romanticismo. Lo ratifica el hecho de que encarnaba en su faceta de actor “amateur” impecablemente y con tan buen parecido al mítico personaje del “Don Juan Tenorio” de Zorrilla, y que escenificaba con su propia Compañía de actores aficionados que él dirigía: “La Farándula” –una legendaria y prestigiosa agrupación dramática que fundara en el año 1905 el autor de “Los Intereses creados”, Don Jacinto Benavente-. También en Santa Pola –en donde llegó a actuar esta compañía-, nos daría Don Ángel Quislant muestras de su buen arte escénico en su saleroso y desenvuelto papel en una divertidísima comedia de aire andaluz de los Hermanos Álvarez Quintero titulada “Sangre gorda”, que admiramos en la Casa de Cultura al lado de su mujer, Doña Carmen, y de la actriz Claudia Irastorza, quien con Don Ángel guiaba los montajes del Grupo de Teatro local de la Tercera Edad “Nuevo Resurgir” que propiciara la poetisa y narradora Josefina Molina Bonmatí. Estaba consagrado al Teatro; no en vano, me hacía recordatorio de la aseveración de que “el Teatro es el compendio de todas las artes” en una dedicatoria autógrafa que tuvo el detalle de rubricarme en la primera página del historial artístico de su compañía teatral. Y en otra faceta, lo recordamos en calidad de orador, pregonando la “Semana Santa” santapolera.
Rememoro igualmente nuestras charlas, pues era un gran conversador con nostalgias de tiempos pasados, en su antigua casa de la Calle de la Iglesia -“todo un santuario-museo” repleto de símbolos y recuerdos-, salpicados de anécdotas... renombrando a su ejemplar familia de músicos. Siempre me brindó una acogida respetuosa a la vez que amistosa, la llamaría paternal, y me procuró abiertamente testimonios y datos alentándome a redactar mis crónicas musicales y reseñas biográficas, tanto del compositor Manuel Quislant Botella, como de sus hermanos José, Ángel y Josefina. Dentro de una carta suya de agradecimiento me reconocía el que yo sintiera una especial predilección por su familia. En uno de nuestros últimos encuentros, muy gratos, sabrosos y distendidos, me volvía a narrar su intensa y participativa vida teatral de Madrid relacionándose con todos los dramaturgos y actores de su época, recitábamos alguna poesía –él la memorizaba mejor que yo-, y surgía alguna que otra oportuna sentencia. Me dejaba impresionar por su sabiduría y sus amplios conocimientos literarios. Podría decir que había heredado las afinidades de su padre, Don Ángel Quislant Cuesta, y ese don que poseía el compositor Manuel Quislant cuando me llegó a afirmar de él que “era muy ocurrente y tenía mucho ingenio”, y que “ en su conversación normal a veces respondía en verso”.
Este año se notó mucho su ausencia –su débil salud se había agravado accidentalmente- en la conmemoración del 125 Aniversario de la composición del “Motete-Himno a la Virgen de Loreto”, que en años recientes escucharíamos ante la Ermita de la Virgen, acompañados de Don Ángel y su mujer, autoridades locales y representantes de agrupaciones artístico-musicales, su genuina interpretación a través de la partitura original que él legó a la Villa de Santa Pola por mediación del Ayuntamiento, según era la voluntad del compositor.
Un personaje de la calidad humana, social y cultural, como Don Ángel Quislant Rodríguez, es acreedor de que se le tribute póstumamente un homenaje con todos los honores y distinciones, y al ser uno de los últimos descendientes directos, al lado de su hermana Matilde –a la que transmito mi sentimiento-, de la ilustre Familia de Músicos Quislant. Elevo mi plegaria a la Virgen de Loreto para que lo abrace con su manto y vele para que su memoria siga viva entre nosotros. ¡Descansen en paz sus restos en el panteón familiar del Cementerio de su amada Santa Pola!.
Emiliano García Alcázar

 

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