ades no hay nada más angustiante que la pérdida de control de su vida. De ahí que su inmediata reacción a cualquier revés es esgrimir los más retorcidos argumentos parta evitar afrontarlo. O justificar su desánimo con razones externas “hay cosas que nadie puede controlar”. A los que poseen tan bajo nivel de ánimo bien podría atribuírseles el proverbio que afirma “Quien carece de valentía, siempre encuentra una filosofía que la justifica”.
Estas personas no pueden evitar percibir las dificultades de la vida, sí como los pequeños problemas, en adversidades tan difíciles de superar como ascender al Everest en bicicleta.
O en catástrofes dignas de figurar en la primera plana de los principales periódicos del mundo. Esta forma de pensar, impregnada de ansiedad, conduce a la idea de que cualquier problema nunca puede tener una solución fácil, sino que generan necesariamente otros múltiples problemas en cadena. Pero si uno consiente que un problema lo deprima, ¡lo habrá convertido en dos problemas!.
Para afrontar la adversidad es de gran importancia la capacidad de persistencia del ser humano, que poco tiene que ver con la inteligencia y mucho con la fuerza de voluntad. Esto es, la confianza, el empeño la esperanza y la perseverancia.