Las personas que profesamos la fe cristiana, siempre hemos tenido enemigos, como los tuvo Cristo, y mucho más si además de cristianos somos católicos. ¡Cuántas veces -pensamos algunos-, que no es por malicia, sino porque esa gente a la que no caemos bien -por decirlo en tono suave-, es porque no conocen el Evangelio! Todo lo creado, incluidos los días y el tiempo, lo hizo Dios,.
La maldad de esa gente que no cree en Dios no es una maldad heredada, creada y almacenada en el corazón para criticar, ofender y calumniar a las personas que creemos en Dios, no, es una maldad rencorosa y viciada, vestida con la falta de bondad y sin argumento alguno. No nos critican a nosotros, sino a nuestras raíces, a Dios, a la Iglesia Católica, al Papa y a los “curas”. Pero, mirad, tratar de acabar con Cristo y su Iglesia no es ni original ni posible, es una santa memez, después de más de dos mil años. Resulta más razonable seguir a Cristo que perseguirlo, porque quienes seguimos a Cristo, sabemos que vino para salvarnos a todos y no a dejarnos morir; sabemos que dio su vida por todos los hombres, creyentes o no.
Muchas personas no creyentes se dedican a caricaturizar a los católicos y a Cristo, definiendo a nuestro Dios como un “aguafiestas”, que les impide hacer todo lo que les viene en gana. Mentira, porque Dios te deja libre para que hagas lo que quieras, eso sí, te dice y nos dice lo que está bien y lo que está mal, y te da ejemplos. Y se lo dice igual al pobre que al rico, al guapo que al feo, al blanco que al negro..., es más en toda su doctrina se decanta más, mucho más, en favor de los pobres que de los ricos. A otros, a los más andan por ahí, presumiendo de que saben mucho, parece que les sobra Dios, y Dios no le sobra a nadie. Leamos el Evangelio de una manera imparcial y observaremos que Dios es caridad, paz, amor, libertad, misericordia, y es contrario al odio, a la corrupción, a la violencia, a la guerra. Advierte a los ricos, mientras que a los pobres les lava los pies y los sienta a su mesa, y no te pide nada a cambio, que le sigas y que ames al resto de las personas como a ti mismo. Cuando se le ofende, posiblemente, derrame alguna que otra lágrima, pero te perdona de inmediato, sin guardarte rencor alguno. Si lo niegas como hizo San Pedro, también te perdona; por mucho que le des la espalda como hicieron sus apóstoles, te perdona, y por mucho que lo traiciones como hizo Judas, te perdona igualmente. Además, murió por ti y por mi, clamando a Dios Padre “perdónalos que no saben lo que hacen”. En su Iglesia se admite a todo el mundo, nada te piden a cambio, y no oirás hablar de venganzas ni de revanchas; ni siquiera te piden gastos de matrícula ni una cuota mensual.
El Papa Francisco nos habla de la misericordia de Dios. - “No tengamos miedo de acercarnos a Dios, nos dice. Nos está esperando. Su corazón es misericordioso. Él nos mira con amor y nos espera con misericordia.”