Rodrigo García tocó tierra santapolera escasos minutos después de las cuatro de la mañana del domingo, día 28 de julio. En sus piernas llevaba 1.116 kilómetros de recorrido y un auténtico infierno, tanto físico como mental. En total, fueron sesenta horas sin dormir, en solitario, por carreteras secundarias, vías de tierra y, en algunos tramos, “por caminos de cabras asfaltados”, tal y como citaba, al día siguiente de su hazaña el autor de una proeza que puede llegar a ser irrepetible.
Pero, ¿qué es lo que le distingue de otros que han hecho algo parecido? En primer lugar, la soledad: sin coches de apoyo, sin nadie que pudiera acercarse a él en algo menos de dos horas. De hecho, parte de sus seis meses de intensivo entrenamiento “fueron para prepararme a pedalear con una sola pierna, incluso subiendo los puertos. No podía permitirme que me fallase una rodilla o que se rasgase algún músculo y quedarme en tierra de nadie. Tenía que llegar a una gasolinera”. El seguno punto diferenciador ha sido el extremo calor que ha tenido que soportar “con hasta 42 grados de termómetro en Mota del Cuervo... poco más que casi cincuenta sobre el asfalto. Un horror, un infierno que me obligaba a hidratarme constantemente, pero los dos bidones de agua no duraban más de quince minutos”. De hecho, fue el mercurio quien rompió con las predicciones, pues sólo le permitía avanzar a la mitad de la velocidad calculada, y no se pudo cumplir el esperado recibimiento en la 10K, con la Glorieta llena de gente.
En su lugar, y a las 04.00 horas, le esperaban su familia, sus amigos y sus compañeros de trabajo, además de efectivos de la Policía Local. A las seis, se fue a casa a dormir.