ENTREVISTA
 

Francisco Javier López refleja con su currículum el rumbo actual que define a la Guardia Civil

 
Viernes 21 de junio de 2013 0 comentarios
 

Tres son las áreas en las que se estructuran los equipos que tiene a cargo Francisco Javier López, Teniente-Comandante de Puesto de la Guardia Civil de Santa Pola. A saber: Seguridad Ciudadana (o Área de Prevención de la Delincuencia), Atención al Ciudadano y el Equipo de Investigación. El área de prevención son las patrullas que se ven en la calle, las de servicio. El área de investigación engloba a los agentes que van de paisano y, el área de Atención al Ciudadano, a las personas que atienden las denuncias y diligencias de todos aquellos que se acerquen al cuartel. Además, la Benemérita tiene en Santa Pola una unidad de la Patrulla Fiscal y Fronteras que es la encargada de la vigilancia de las costas y el equipo de Policía Judicial.
Destaca entre ellas López, la importancia del servicio cercano al ciudadano. El que se encuentra día a día en la calle, a través de la acción y atención directa. “La verdadera prevención es la que realizan las patrullas de uniforme porque, cuando uno ve un coche de la Guardia Civil, tiene la sensación de seguridad puesto que la gente opina que, si pasa algo, la policía está aquí al lado”.
Sin embargo, la pregunta es, dentro de este esquema, dónde radica la importancia de los no uniformados. Sencillo, son los que tienen como objetivo combatir el delito con sus propias armas. “En una palabra, coger a los delincuentes. No tiene sentido que tengas un señor dando vueltas por el mercadillo si todo el mundo sabe que es policía”.
En este concurrido lugar, por ejemplo, se realizan acciones contra carteristas y personas que pretenden cometer pequeños hurtos. “También están presentes en los centros comerciales, en las playas, para prevenir el robo y en vehículos...”. Destaca Javier una operación del año pasado en la que se llegaron a esclarecer un número importante de delitos. “Unos señores que acudían a las playas de La Marina y a las del Faro de Santa Pola cometieron hasta 19 robos, y gracias a la investigación se les pudo detener”.

Un mal abrazo
Centrándose en los robos, actualmente están invest<igando una serie de “levantamientos” de móviles, cadenas, “y, últimamente, a una pareja de jóvenes que se dedican a lo que nosotros llamamos ‘el abrazo’. Ahora mismo hay dos operaciones abiertas para esclarecer delitos de este tipo, que se han puesto muy de moda”. En concreto, comentaba que éstos jóvenes se acercan a las víctimas para pedirles firmas para una supuesta ONG y, en un descuido, quitan móviles o carteras que están sobre la mesa. “Utilizan incluso la violencia, porque han llegado a estirar fuertemente del collar a una señora mayor, con el riesgo de la consiguiente caída y de ulteriores lesiones”.
Añadía que, hace escasas tres semanas, apareció un caso de estafa “en el que, fingiendo ser revisores de la instalación del gas (con formularios, documentación y acreditación falsa a nombre de una empresa), se acercaban a los domicilios de personas mayores para decirles que venían a hacer la inspección”. Por suerte, una mujer a la que intentaban estafar desconfió de ellos, llamó a la Guardia Civil “pero, lamentablemente, cuando acudimos al domicilio ya habían salido huyendo”.

La gran lacra
Otro de los servicios en los que está especializado el personal del Puesto de Santa Pola es en el de Violencia de Género. VIOGEN, así se llama este departamento que atiende a las víctimas de malos tratos. “Los y las integrantes de Viogen tienen cursos específicos y son los primeros en acudir cuando detectamos o se nos informa de algún caso. Están englobados en la unidad de Atención al Ciudadano pero, de forma preferencial, atienden este tipo de incidencias”. Por otro lado, las labores de contravigilancia del agresor, entrevistas y seguimientos son también responsabilidad de estas personas, que coordinan sus cometidos con las patrullas de calle. Desgraciadamente, esta lacra de la sociedad española, “continúa estable en la población. Tenemos los mismos casos que unos años atrás, pese a que la Guardia Civil realiza una labor preventiva y de información constante, no sólo a las víctimas, sino también a la población en general”. Apuntaba el Teniente-Comandante que la principal virtud a la hora de la creación de esta “mini unidad” es la de evitar la “victimización de la persona que ha sido agredida. Un ejemplo de ello es la atención personalizada, es decir, la misma persona que recoge la denuncia, realiza las labores de información de los derechos de la víctima, hace el seguimiento del caso... así no tiene que revivir su experiencia al tener que explicar su situación a dos o más guardias civiles”.

Desde la cuna
Dicen que uno pertenece al Cuerpo, a la Guardia Civil, desde la cuna. No hay que olvidar que, a diferencia del resto de policías de nuestro país, “éste es un servicio militarizado. Quien ingresa aquí sabe perfectamente dónde se mete. No se puede desconectar ni de la realidad militar ni de la realidad policial, al igual que le pasa a cualquier otra persona que trabaje para los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado”.
La Ley 286, que, entre otras, los regula, apunta en uno de sus principios básicos de actuación que los hombres y mujeres que los componen “se encuentran de servicio las 24 horas del día y que, si somos testigos de una falta o delito, tenemos que intervenir. Eso no quiere decir que seas un héroe o que intentes prevenir un atraco con un bolígrafo, si te encuentras en ese momento en una entidad bancaria, pero ha de informarse y actuar en la medida de lo razonable”.

La casa en el Cuerpo

Si a esta obligatoriedad se le suma el hecho de que 30 familias viven en una comunidad de vecinos dentro del Cuartel, ejercer una vida “normal” se complica un poco más. “Cuando entras y sales de tu casa lo haces dentro del lugar de trabajo. Con lo cual, si comparas esta situación con la independencia que se tiene en otros sitios, no es la misa. Tu vecino es tu compañero y hasta tu superior. Aquí, si te peleas con el vecino, lo vas a ver todos los días”.
Explicaba, sin embargo, que dentro del Cuartel hay unas “normas de régimen interior, o normas de comunidad” que rigen, por ejemplo, los horarios de silencio de forma muy estricta. “Aquí hay gente que tiene turno de mañana, tarde o noche y si se realiza un ruido excesivo en el patio la gente no puede descansar, lo que limita un poco el normal juego de los niños”.

Separar o no

También ser el jefe de las casi ochenta personas que componen el Puesto, convivir con ellas y ser el presidente de la comunidad de vecinos acarrea sus pormenores. “Hay que aprender a separar tu vida privada de tu vida laboral, por supuesto. Es muy difícil, al menos en mi caso, porque todas las noches recibes llamadas o, simplemente, si bajas la basura siempre te acabas pasando a preguntar si ha pasado algo, si todo está bien o si se ha solucionado un tema u otro. En resumen, que puedes llegar a tardar hasta una hora. El cuartel siempre está ahí y, para nosotros como mandos, más todavía”.
Reconoce que su misión puede llegar a ser, en ciertos aspectos, “poco agradable, porque uno de mis cometidos es controlar el trabajo de los demás, y, eso, no siempre sienta bien a todo el mundo”.

La nueva realidad

Javier López, además, complementa su formación continuada de los cursos de ascenso con el que será su segundo título universitario (el primero es el de diplomado en Biblioteconomía y Documentación por la Carlos III). “Si todo sale bien, termino Derecho en el mes de junio. Y aquí me planto en cuanto a estudios universitarios. Ya he tenido que pasar tres oposiciones a nivel interno, más las correspondientes academias con una duración de entre nueve y diez meses y el cambio de destino correspondiente”.

Hechar raíces

Precisamente, son los cambios de destino, el llevar la casa a cuestas, uno de los grandes hándicaps de su trabajo. “Echar raíces es complicado pero, en el caso de Santa Pola, ha fructificado. Me siento muy integrado, tengo grandes amigos y, personalmente, no me gustaría irme pero, cuando ascienda a Capitán me veré obligado a marcharme. Hombre, siempre puedes renunciar al ascenso, pero truncar tu carrera profesional, cuando tienes por delante mucha vida laboral... hay que sopesar muchas cosas”.
Esta vida de responsabilidad, preparación constante, presión y servicio al ciudadano es dura, lo reconoce, “pero no la cambiaría por nada del mundo”. Siendo padre un hijo confiesa que, aún sabiendo el alto nivel de exigencia dentro de la Guardia Civil, “estaría encantado de que se uniese a la Benemérita, pero será si quiere, claro”. Confiesa que, para él, ésta es una de las profesiones más bonitas que existen, “pero exige vocación. Si no tienes vocación lo pasas mal. Aunque, de todos modos, no creo que haya ningún miembro del Cuerpo que no la tenga”.

 

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