La Bajada de la Virgen de Loreto para el tradicional “Cambio de Joyas” tendrá lugar este año el jueves, 28 de agosto, a partir de las 12 horas. Esta tradición se remonta al año 1940, “era a puerta cerrada, no entraba nadie, y eso solo lo hacían las camareras”. Hace veinte años, aproximadamente, la gente se enteraba y, simplemente, acudía.
En el cambio de joyas, es cuando se cambia la corona y ,aquellos con alguna promesa, le imponen alhajas que ofrecen a la Virgen de Loreto por cualquier circunstancia.
Las Camareras de la Virgen preparan cada año las joyas con las que cuenta esta pequeña talla, pero que despierta una enorme devoción. “Todo son donaciones y, cada año, se va engrosando. Anualmente, de una a tres se suman al ajuar y pasan a un libro de actas, van numeradas”.
Las joyas que prenden de la Mare de Déu de Loreto se cambian cada año “y las lleva puestas los 365 días, menos la corona, que en el mes de febrero se reemplaza, poniéndosele una de las dos que no son la de Fiestas”. Como nota relevante, hay que decir que la única joya que no cambia es la pierna de oro que lleva colgada, la del milagro de 1943 de Finita Bonmatí, la Niña del Milagro.
Este milagro aparece reflejado en el Motete, en una de las palabras que lo componen y, este año, será la última parada del mismo, dentro del Castillo, “anteriormente”, señalan desde las Camareras de la Virgen, “se venía haciendo frente a la farmacia de la Glorieta”.
El jueves, día 28, todos aquellos que quieran mostrar sus respetos a la Virgen podrán hacerlo a partir de las 12 horas, en su ermita del Castillo. Del mismo modo, podrán adquirir la Medida de la Virgen, que no es otra cosa que las tradicionales cintas de colores, las cuales son bendecidas al pasarlas por la talla. “Estas cintas se cuelgan en cochecitos de bebé, a la cabecera de la cama, en el espejo retrovisor….”, apuntan desde las Camareras.
Como nota curiosa añaden que el rojo es uno de los colores más solicitados de las Medidas (porque cada cinta mide 37,5 cm., la misma altura que la Virgen de Loreto). “El sentir popular aseguraba que el rojo era el color que espantaba el mal de ojo. De hecho, hacemos el triple de este color”.