Emilio mío que estás en los cielos.¡Qué difícil hacer alusión a tu persona! Mi médico, mi amigo, mi cómplice, mi marido, mi gran amor.
Aterrizaste en Santa Pola en el 65 y eres tan santapolero como el que más. Cómo he aprendido de ti, de tu generosidad y buen hacer en tu profesión. Hemos cuidado y querido los dos, tú y yo, a todo aquél que ha llamado a nuestra puerta. Yo te he hecho querer más a mi gente, tu cercanía era mayor por mi forma de ser, tempestad que habías de calmar. Qué buen tandem tu equilibrio y mi locura, eres especial. Hemos disfrutado los dos a tope, tu humor tan peculiar, esas palabritas de “no te preocupes” dichas por ti, a cuanta gente han tranquilizado.
¿Dicen que eras reservado y poco comunicativo?. Qué poco te conocían. Lástima para ellos, a mí me hablaban hasta tus silencios. Lástima también del que no ha podido disfrutarte a tope y conocerte mejor, yo he disfrutado hasta en tu enfermedad, y pensaba: “Dios mío, qué gran trabajo me encomiendas, alivia al aliviador y procura hacerlo bien”. Me llamabas (cómo no) “samaritana”. Cuánto amor derrochamos en esos momentos en soledad, en los que hubimos de resolver problemas duros, a los que yo ponía una pizca de humor para hacerlos más fácil. Te llevas, seguro, un grato recuerdo de como has sido tratado, cuidado y amado. Y a nuestra HIJA, con mayúsculas, bendita la hora que decidimos tener un hijo, ¿recuerdas? Porque ha sido tu alegría, ha llenado nuestra casa de amor cada día, no ha habido nada que no haya hecho por ti, de día, de noche, a rastras con sus niños, para llenarte de su frescura. Gracias mi hija querida, te doy un sobresaliente como hija y persona. Gracias a todos los amigos que nos habéis acompañado en nuestro dolor.
Y a ti, Miguel, nuestro querido amigo, mis infinitas gracias por tantas y tantas cosas, y a tus compañeros, gracias también. Y yo, desde aquí, le rindo un pequeño recuerdo al hombre más maravilloso de la historia: mi amigo, mi médico, mi marido, mi amor.
Mari Carmen Martínez
Tu mujer