Hay ocasiones en la que la voz de una sola persona no basta, no es suficiente, por muy fuerte que se grite o por muchos contactos que se tenga. En otras ocasiones, lo que hacen falta son manos y hombros. Hombros sobre los que llorar o sobre los que cargar un peso común, manos que se entrelazan para ayudar a levantar al que ha caído o que son capaces de empujar a un pueblo, a una sociedad, a una nación, incluso.
El asociacionismo es clave si queremos entender el nuevo modelo de ciudad de siglo XXI. Porque Santa Pola es una ciudad con un gran sabor a pueblo, con características propias, únicas, que nos hacen diferentes. Ni funcionan las mismas cosas, ni las cosas funcionan igual que en el resto del orbe. Somos pocos, quizás dispersos en nuestro pensamiento, quizás con tendencia a arrancarnos la piel en las redes sociales, pero todos hacemos uno cuando se trata de nuestras asociaciones.
Desde socio-sanitarias a vecinales, desde clubes de ajedrez hasta plataformas que se manifiestan por una vivienda digna. Todos importantes, todos dignos de recibir ayudas y apoyos. Porque ellas son las que nos ofrecen de primera mano las pulsiones y necesidades inmediatas. Algunas veces de los que menos tienen, otras de las de aquellos que quieren salir a las calles y realizar coreografías el Día 6 de septiembre.
No se pueden poner en una balanza los intereses de unas y otras, y reconocemos que ha de ser difícil para quien esté gobernando meter la tijera para poder cuadrar presupuestos. Porque la tarta de las ayudas es exigua y no hay tanto pastel para tanto hambriento. Pero sí habría que reflexionar y darle dos o tres vueltas al decreto de firma cuando se quitan o se dan números.
Y otra cosa, no olvidemos que detrás de cada uno de los clubes, asociaciones, comparsas y un largo etcétera de tejido asociativo, se encuentran personas que han puesto sus fuerzas, ganas e ilusión.
Habrá que hacer un examen de conciencia y, antes de postear, criticar o ningunear busquemos el porqué de unas reivindicaciones, el porqué de una necesidad de ayuda o el porqué de un movimiento. La prudencia y el caldo de pollo suelen ser buenos consejeros.