Querido señor alcalde. No sé si mi misiva le llegará a la niña de los ojos, o bien pasará por alto. Me da la sensación de que siempre estamos hablando de lo mismo en esta sección pero, la verdad sea dicha, si el problema no se quita no vale de nada callarse, so pena de ser ‘pesao’. En dos palabras: ¿No habría ninguna manera de controlar a los señores/as que permiten miccionar o defecar a sus perritos en la puerta de nuestras casas? Muchos pueden decirme que sí, que retiran las caquitas de sus cánidos, pero, ¿tanto costaría ir con una botellita de agua y lejía para dejar todo limpio? Llega el verano y suben los olores. Además, hay calles en el centro por las que, a mediodía, más parece que paseas por unos urinarios de campo de fútbol que otra cosa.