Pedro Carbonell Lorente
 

LOS HIJOS Y LA INFIDELIDAD CONYUGAL

 
Viernes 2 de diciembre de 2011 0 comentarios
 

Hay padres que creen saberlo todo sobre la educación de los hijos. Luego más tarde se lamentan de todos sus errores y equivocaciones, y lo más grave es que quienes pagan las consecuencias son sus vástagos que en un presente y con todas sus carencias de educación crecen y se desarrollan en normalidad -por decirlo de alguna forma- en el ambiente familiar, por esas luchas constantes de obligaciones y disciplinas en muchos casos marcadas por ellos mismos, a río revuelto… la confusión de los padres que les dan halas y dominio así consiguiendo lo que en todo momento quieren, y son compensados por cosas que todavía no han demostrado, los padres ante sus dificultades y necesidades de mando son generosos premiando ahora, y castigando luego, en desacuerdo con sus propios criterios y creando batallas negativas entre la pareja de responsables, los padres.
Nunca se les ocurre y por que va en contra de su yo personal, el recurso de profesionales u otros mayores con experiencias vividas y dispuestos a ayudar, por parentesco familiar o fuertes amistades que siempre expondrán sus experiencias ya vividas como ejemplo y no como soluciones. Cuando queremos ser únicos responsables de la educación de nuestros hijos y luego más tarde pataleamos y nos lamentamos de los resultados conseguidos, y lo más lamentable es que quien verdaderamente paga las consecuencias son los hijos, cuando en nuestra experiencia familiar y aportación paterna no complementó tal enseñanza como padres, responsables en la educación y para un buen futuro de nuestros hijos.
En muchos casos nos aislamos en nuestra ceguera y distanciamos a educadores en su trabajo por falta de afinidad con nosotros, sin darnos cuenta que estamos equivocados, creyendo que podemos solucionar por nuestra cuenta, todas estas batallas imposibles.
En cuanto a nivel pareja, todo esto ocurre en un entorno familiar y difuso por la situación, sus miembros cada uno con sus razones y sin complicidad con el otro quiere imponer sus criterios sin llegar a un acuerdo común, por falta de complicidad entre ellos, lo más fácil y en deterioro a sus relaciones y los hilos que sujetan la unión, esta se va rompiendo por ser la parte más sensible y vulnerable, la de menor compromiso adquirido por los cónyuges, por su concepto del matrimonio en el que no adquieren ni quieren esa responsabilidad como familia, y son los últimos es ceder en sus criterios individuales, empecinados por un fuerte carácter, mientras tanto los hijos crecen y se van desarrollando en unas formas reservadas y de encajonamiento en sí mismos, pues no quieren participar de las discordias frecuentes que se ocasionan en sus entornos, la edad no les permite asimilar tales conflictos y se aíslan a falta de recibir y de dar cuanto la edad en su desarrollo les compite.
Los matrimonios se rompen por culpa de los hijos y lamentablemente no son ellos culpables sino los padres y los padres de los padres, o vaya usted a saber porqué.
Pedro Carbonell Lorente

 

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