Si un turista de los muchos millones que nos visitan se hubiera parado este verano a analizar España, se daría cuenta de que no todos la ven igual. En esos momentos hubiese visto como millones de españoles llenaban las playas, copaban bares y restaurantes, y en las fiestas populares de los pueblos casi todo el mundo se engalanaba y participaba en los festejos. Habría visto como los supermercados estaban a tope y la gente salía con sus carros abarrotados de productos de una calidad aceptable. Si hubiese acudido a la Seguridad Social hubiese visto que tenemos una de las mejores del mundo, y preguntando se hubiese enterado de que cada vez tenemos más universitarios, también le habrían dicho que a pesar de la crisis los pensionistas no vieron recortadas sus prestaciones.
Si este turista se hubiese dedicado a leer en la prensa española lo que dicen los políticos de la oposición sobre la situación económica y el bienestar de los españoles pensaría que alguien le está engañando, pero su sentido común le dirá que es más fácil que le engañen “cuatro” que no millones. Ya sé que existe desigualdad y hay que corregirla, pero eso daría para otra carta.