No hay lágrimas para poder llorar todo lo que perdimos en París. No es sólo la tragedia por el absurdo asesinato de una vida humana. No es sólo por el miedo que fueron capaces de provocar, cerrándose la gente a cal y canto en su casa, como si de un bombardeo se tratase. Una imagen que no se veía en la ciudad de la luz desde la pasada II Guerra Mundial.
Pero el horror que experimentamos, creo, por desgracia, que es sólo la primera piedra de un gran muro que se está construyendo delante de nuestros ojos. El muro a las palabras, a las voces disonantes. El muro al histrionismo, a la crítica descarnada, a los bufones. Un muro que vamos a levantar nosotros, no los malos, ojo. Todo por culpa del miedo.