Bernardino Gago Pérez
 

PÁRROCO DON ANTONIO FUENTES ROMERO

 
Viernes 1ro de marzo de 2013 0 comentarios
 

Para muchos habitantes de esta comarca oriental, entre los límites de Alicante, Elche y Santa Pola, les es familiar este nombre del sacerdote don Antonio, dedicado en la actualidad a labores litúrgicas en las iglesias de Nuestra Señora de la Asunción y San Antonio de Padua en este localidad costera a la par a propagar el evangelio de Cristo mediante la muy conocida revista Mi Madre Parroquia, fundada por él años ha siendo párroco de la iglesia de la vecina localidad de Torrellano, cuyo templo fue construido bajo su mandato desde la puesta de la primera piedra. Don Antonio es el “homo bonus” el hombre bueno que reparte sonrisas por doquier, consuela almas doloridas y, como se dice “del viejo el consejo”, aconseja, dirige a muchos fieles en el camino de la virtud. Trata con toda clase de gentes, saluda y habla con todos sin distinción de clases sociales, razas y colores. Es, en definitiva, el cura campechano de pueblo al que la gente admira y aprecia.
Pues bien. El sábado pasado, 23 de enero, tras su amistosa invitación, me dirigí a Torrellano, bordeando las vallas de las pistas del aeropuerto, y tras pasar el paso a nivel del tren, me dirigí por la calle en busca de aparcamiento para el vehículo y a la vez a preguntar por el lugar de la iglesia. Una señora muy amable me orientó seguidamente y, tras su afirmación de que a las doce del mediodía la iglesia estaba cerrada, le contesté: – ya sé, ya sé pero la abrirán. Es que van a dedicar una calle a don Antonio. Y así con este simple nombre fue suficiente para oírla exclamar una serie de recuerdos y de sorpresas: – ¿Es que vuelve don Antonio Fuentes? – No, señora, no, le van a ofrecer un homenaje por el motivo dicho. –Ay! Don Antonio. Me acuerdo mucho de él; qué buen cura teníamos. –No se lo pierda; a las doce y media es el acto. Y así fue mi primera impresión del trato de este hombre con sus feligreses que lo vivían ahora como hace treinta y pico de años. Y luego en la entrada al templo, las mismas expresiones de cariño llegaban a mis oídos: “Don Antonio, ¡Mira cómo se mantiene! Bien me acuerdo de sus misas en el aeropuerto”. Y todo eran parabienes. La gente se le acercaba y, tras el saludo, la enhorabuena con cara de satisfacción y de sonrisas. Era don Antonio eufórico con su gente.
Se llenó la iglesia, pues hubo que meterse dentro debido a la lluvia, y allí en las gradas del presbiterio, rodeado en semicírculo por las autoridades con la alcaldesa de Elche a la cabeza y el arcipreste de la basílica de Santa María de Elche, estaba don Antonio triunfante a la vez que emocionado. Habla el presentador del acto y da la palabra al homenajeado, quien, con la voz un tanto apagada por la emoción pero con su temple característico, explica al auditorio con breves palabras su llegada al pueblo, pedanía de Elche, enviado por el obispo a una “parroquia sin iglesia”, cuyo templo debía ser levantado con la mayor urgencia, allí en un terrero deshabitado, donde hoy está instalado un hermoso parque o jardín para recreo de niños y pasatiempo de mayores. Luego la alcaldesa, en su turno de bienvenida, nos aclara entre muchas otras cosas, que la iniciativa de dar el nombre de don Antonio al lugar junto a la iglesia surgió de entre las gentes del pueblo y a través de una ciudadana entusiasta llegó la petición a la casa consistorial de Elche, que por unanimidad aprobó en sesión municipal la concesión y la puesta en marcha de la dedicatoria.
Hoy, para todos los vecinos, comarcanos, y visitantes que acudan a este pueblo, próximo al aeropuerto, es visible una espléndida placa en el parque de referencia con una inscripción sencilla: JARDÍN – PÁRROCO – DON ANTONIO FUENTES ROMERO.
Es el nombre de este cura ejemplar que sigue a sus ochenta y seis años y “hasta que muera pues los curas no se jubilan” sirviendo al Señor. Y lo cumple pues basta ver el esmero con que organiza, escribe y edita su revista Mi Madre Parroquia que es distribuida gratuitamente y conocida por muchos lectores de dentro y fuera de Santa Pola.

Bernardino Gago Pérez

 

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