Víctor Córcoba Herrero
 

NUESTRA GRANDEZA ESTÁ EN LA EVIDENCIA DE LA MORAL

 
Viernes 5 de mayo de 2017 0 comentarios
 

Nunca es tarde para interrogarse. Propongo hacerlo. Quizás esta vida sólo tenga sentido en la medida en que nos haga reflexionar. A lo mejor deberíamos pensar más en nosotros. La primera pregunta que se me ocurre compartir con el lector, es esta: ¿Hemos de desconfiar unos de otros?. Hay quien dice que es la única defensa contra la traición. En cualquier caso, considero, que no podemos evadirnos y cerrar los ojos ante la realidad que nos circunda. De hacerlo, sería absurdo. Tenemos que retomar fuerzas y no dejarnos sobornar por nadie. Nuestro planeta, desgarrado por la multitud de hechos violentos que se producen a diario, tiene tanta necesidad de paz como de pan, de personas libres y liberadoras, capaces de conciliar lenguajes y de reconciliar latidos, como de hacer justicia.
Lo cierto es que hemos convertido nuestro propio andar, - sálvese el que pueda-,en una reserva de frialdades como jamás. En lugar de ser constructores, somos destructivos a más no poder, vendiendo nuestra propia humanidad por un puñado de monedas. No se puede caer tan bajo. Valemos más que unas migajas mundanas. No nos dejemos vencer por esta atmósfera corrompida, por caminantes corruptos dispuestos a comerciar con nuestra fragilidad humana. Pongámonos en acción para vencer el miedo, convencidos de que con entusiasmo y confianza se pueden abrazar otros horizontes más níveos; algo innato en esa ciudadanía de bien, que aún son dueños de una conciencia honrada y pura.
Tampoco jamás estamos a destiempo para amarnos. Formulo, en consecuencia, amar de otra manera. Lo auténtico del amor nos lo hemos cepillado. Tanto es así, para desgracia nuestra, que nos mueve el interés más que la donación. Hoy, buena parte de la gente, sobre todo el orbe de los privilegiados, mueren desbordados de cosas, pero con el corazón vacío. También, a ese otro mundo excluido, en ocasiones le falta coraje para dejarse la vida, con el corazón lleno de lucha. Tal vez, todos, sin particularidad alguna, tengamos que quemar nuestra existencia por cohabitar y existir. Aun no hemos aprendido a amarnos. ¿Por qué tener miedo a hacerlo?. También en esto, debiéramos ser más honestos y justos. No importa el riesgo de amar y no ser correspondido, lo fundamental es haber vivido entregado a nuestros análogos, aunque se aprovechen de ti. Lo armónico llega por este cultivo, por el amor de amar amor. Nuestra existencia misma, ha de convivir en un equilibrio natural entre el cuerpo y el espíritu.
Naturalmente, hemos de poder vivir en armonía y con idénticas posibilidades. Lo que no tiene sentido es incrementar la carrera armamentista y las tensiones. Es tarea, tan urgente como precisa, que la humanidad camine de otro modo, más hermanada, pues amando de manera conjunta, todo será más edénico, más poesía, más gozo en definitiva. Precisamente, por esa falta de repensar sobre lo que somos y hacia dónde queremos ir: ¿sí a la venganza o a la clemencia?, ahora nos sintamos desconcertados. La inmoralidad del caos es lo que nos hace sentirnos mal. Creo, además, que aún tenemos un problema de expresión, sobre lo verdaderamente esencial en esta vida, que no es tanto el poseer como el amar. Seguramente esto lo hemos oído más de una vez, pero no lo hemos llevado a la práctica. Ahí radica la cuestión, en no saber encajar todo en común, con el desprendimiento como abecedario.

 

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