Me gusta correr. No sólo por los beneficios que el deporte proporciona, sino por el hecho de compartir con tus compañeras de carrera los paisajes y como van cambiando en las diferentes estaciones, disfrutar de los olores de la sierra o del mar cuando el aire refresca tu cara. En resumen salir a correr me proporciona salud física y espiritual. Sorprendentemente, hace poco corríamos por la sierra de Santa Pola, por las sendas que hay marcadas para hacer senderismo y un “vigilante” (llevaba un anagrama de la Generalitat) nos amonestó y nos indicó que estaba prohibido correr por ciertos lugares de la sierra. Nosotras corremos por los caminos marcados, no causamos ningún desperfecto a la vegetación de la zona, no dejamos ningún residuo por donde pasamos, y tratamos con sumo respeto a nuestra sierra, entre otras cosas porque nos encanta practicar deporte en ese entorno e incluso nos indignamos cuando descubrimos que algún desalmado se ha dedicado a tirar basuras o ha realizado algún acto de vandalismo.
Por eso hoy todavía estoy perpleja ante las indicaciones reiteradas del vigilante y su advertencia de que podíamos ser sancionadas por el hecho de correr por la sierra y me pregunto desde cuándo existe esa prohibición.