Acudí a la Manifestación en Valencia que culminaba la semana de las marchas de la dignidad. Como si de una gran manifestación se tratara, preparamos, quizás, la pancarta más elaborada que se vio en el acto. Con sabor agridulce volvimos a casa mi amigo Pedro y yo porque nosotros, movidos por nuestra necesidad de reivindicar nuestra situación en el transporte, nos encontramos en una manifestación más bien protocolaria a la situación social que hay, que una manifestación movida por un sentimiento revolucionario.
Vimos ciudadanos que realmente fueron a la manifestación embriagados de un sentimiento digno de reivindicar un cambio real. Pero en su mayoría fuimos participes y testigos de un acto, por decirlo de alguna manera, institucional. Muchos fueron los militantes y afiliados llamados a filas. Poca fue la publicidad que al acto se le dio, por lo menos a lo que a cartelería se refiere. Llevaba toda la semana observando qué tipo de marketing se hizo de un acto tan importante y el resultado fue comprobar que se publicitó más a nivel de email y redes sociales, como algo sin trascendencia, que como una llamada revolucionaria. No creo que el problema económico fuese un obstáculo para su publicidad, puesto que varios de los convocantes gozan de buenas subvenciones.
Para mi pensar, el pensar de una simple ciudadana de a pie, que únicamente desea una sociedad en la que poder optar a las oportunidades que se planteen en igualdad de condiciones con el resto, es que esta manifestación fue un acto para cubrir expedientes sindicales, publicidad gratuita de partido cara a elecciones, aprovechándose de pequeños grupos sociales, como por ejemplo la PAH, que sí se mueven por una voluntad de cambio real y con el goteo de ciudadanos que hacen bulto que, confundidos, se dejan caer a reivindicar, como es nuestro caso. Un verdadero movimiento ciudadano plantea una revolución social.
De hecho pueden comprobar los carteles de unos y de otros. Vi desidia en la realización de carteles pero reconozco que lo de Valencia se llevó la palma. Y además me fastidia porque tengo un dolor increíble en los hombros de estar una hora y media aguantando en alto, para que todo el mundo lo leyera, el cartel que con tanta ilusión llevé junto con mis camiones reivindicativos que ya tenía de otras veces.
Pues esta gente no se que pretensiones tendrá, pero se van a quedar con las ganas de muchas cosas.
No más que contar y sí mucha resignación ante una sociedad que, pese a todo, se mueve por inercia y no por principios morales.