Escribo este artículo mirando los dos últimos periódicos y veo el movimiento de la Semana Santa. Estupendo. Y, como dijo Juan XXIII, hay que no perder las costumbres de un pueblo. No es algo improvisado, es muy preparado y sus componentes trabajan sin remuneración alguna. Mis felicitaciones, pues es algo que nos recuerda que la fe que tenemos, al ser cristianos, no fue sino fruto de una cruz, en contra de las formas de vivir de entonces.
En el siglo XXI, donde sólo se habla de ciencia, de democracia, de paro, de atentados, todo este movimiento de Semana Santa nos debe hacer pensar de que no es sólo tiempo de vacaciones, de que en los bares falten mesas, sino de que si soy cristiano, ese que ha salido en el paso crucificado, nos ha dado un mensaje, muy actual, pero que no conocemos, empezando alguna vez por los curas obispos.
Fíjese lo que se escuchó ayer domingo en todas las iglesias católicas del mundo: “Ninguno pasaba necesidad, pues lo que poseían lo vendían y traían el dinero para que se distribuyese según la necesidad de cada uno” (Hechos 4,32-35) ¿Habla claro?
Para eso es la Semana Santa, como nos está recordando el Papa Francisco.