Lorenzo Andreu Baile
 

Estimado sr. Soler:

 
Viernes 28 de agosto de 2009 0 comentarios
 

Antes de decidirme a escribir este artículo, por prudencia, pero también porque creo que, ante determinadas actitudes y discursos populistas, demagogos, hipócritas y poco documentados es mejor no entrar al trapo y no descender al nivel de la indecencia (y le adelanto que esta será la excepción, así que le doy la oportunidad de cierre), he querido dejar transcurrir algo de tiempo. En parte por ingenuidad. Creí que el paso de los días le haría recapacitar, que sus ánimos se enfriarían, y que el termostato que regula su rigor, su seriedad y su ética sólo necesitaba una pequeña revisión de mantenimiento. Pensé que pronto recuperaría una ecuanimidad que, visto lo visto, usted ni tiene, no sé si ha tenido, y que difícilmente tendrá.

No pretendo darle lecciones de ningún tipo. Para eso ya hay suficientes vendedores de humo entre la gente que usted defiende. Pero sí déjeme que le diga que el rigor de una persona que escribe en un medio de comunicación (periodista, escritor o lo que usted pretenda ser), se consigue marcando una línea bien diferenciada entre lo personal y lo profesional, aceptando la crítica política como lo que es, ni más ni menos, y, por supuesto, con una independencia que no le haga depender de nada ni nadie y le lleve a convertirse en vocero oficial. El margen de maniobra al que se refiere quizá esté mucho más limitado en su posición. Y, por encima de todo, uno debe ser consecuente con lo que escribe.

No solo voy a referirme a las “perlas” que lanza contra mi partido. Se atreve incluso a reprochar el uso que hace la gente de los foros habilitados en este periódico para expresarse y hacer crítica de situaciones injustas, de carencias estructurales y de falta de una política clara, innovadora y que no se limite solo a rascar la superficie. La carta del Sr. Luna, si la hubiera leído con detenimiento y a poco que se hubiese molestado en saber quién es, qué ha hecho y los sacrificios que está haciendo por prosperar en un terreno tan competitivo, pone en evidencia una situación que, aunque le pese, todos padecemos. Habla de respeto, de libertad de expresión y de que esto nunca debe utilizarse como arma de burla hacia los demás, pero acto seguido hace usted todo lo contrario. Eso, sr. Soler, tiene un nombre.

También menciona usted el fracaso. Este término puede tener muchas lecturas. Fracasado es el que practica el servilismo, el que se acerca al sol que más calienta. El fracaso es no intentar cambiar las cosas, es no decidirse a intentarlo aun cuando sabes que es difícil, y que todo está en tu contra. Significa que todavía no se ha tenido éxito, pero que se ha aprendido, que se debe mejorar y que seguramente se tiene que trabajar más y con más ilusión.

Un afectuoso saludo.
Lorenzo Andreu Baile
Concejal del Partido Socialista de Santa Pola

 

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