Ilusión. Esa es una de las palabras que mejor define a este equipo. La ilusión que se refleja en sus rostros cada vez que disputan un partido más. Pero, esa sensación aumenta cuando se enfrentan a rivales de gran renombre como son el Levante, el SPA o el Valencia. Este fue su último rival el pasado fin de semana. En la ida el partido finalizó con un empate a dos que no hizo sino que demostrar de la pasta de la que están hechas estas guerreras. Fue uno de los mejores encuentros que han realizado en lo que va de temporada. Completo en todas sus facetas. Pero les faltó la victoria, que rozaron con la punta de los dedos. Y parece que la historia es caprichosa y quiso que se volviera a repetir, pero esta vez en territorio hostil.
Este era uno de esos partidos donde no hacía falta nada. Iban a salir enchufadas desde el minuto uno, y eso se veía reflejado en cada una de las jugadoras. La afición, que como siempre las acompaña allá a donde van, también creía. Los entrenadores estaban convencidos de traerse un gran resultado de allí. Todo apuntaba a que iba a ser el día en el que arrebatarían al Valencia los tres puntos en su propia casa. Y no pudo tener un mejor comienzo. Marine lanzó una falta perfecta para que el balón se colara por la escuadra de la guardameta en el minuto 3. Esto supuso una inyección de fe y confianza desorbitadas, y eso que ya la tenían. A eso se le añade que los primeros 45 minutos finalizaron con ese 0-1 en el marcador. Era el guion ideal para lograr lo que vinieron a buscar: la victoria. En la primera mitad se vio a un Bahía serio, concentrado, unido. Se veía a un equipo que iban todas a una. Realizando las coberturas a la perfección, yéndose en velocidad por las bandas y controlando el centro del campo. Estaban seguras en todas las posiciones y eso se notó.
Los siguientes 45 minutos fueron un quiero y no puedo del Valencia que veía cómo un recién ascendido estaba ganando en su casa. No podían permitirlo, y por ello se lanzaron a por el empate. Pero eso no supuso que las azulonas se replegaran atrás. Todo lo contrario. Comenzaron a profundizar más, para poner contra las cuerdas en varias ocasiones a las locales que, en el minuto 75 aprovecharon una de sus ocasiones para poner las tablas en el marcador. Cualquier otro equipo habría bajado los brazos al tratarse del rival del que se trataba y de jugar fuera de casa. Pero eso no es propio de las guerreras. Las guerreras luchan. Luchan hasta el final. Hasta que no puedan más y lo hayan dado todo. Por eso creyeron. Creyeron hasta el último minuto. Tal era la fe que en el 93 era Alexandra la que gritaba con rabia. Con corazón. Con su alma el gol que las volvía a adelantar en el marcador después de una jugada que comenzó con Laura en la banda y finalizó la delantera. Fue un momento de puro éxtasis y de pura emoción. El trabajo estaba hecho, o eso es lo que ellas creían. Porque en la última jugada del partido, en el 95, el Valencia les arrebataría la alegría de la victoria al poner el 2 a 2 final.
Una vez más han demostrado que son capaces de jugar de tú a tú a todos los rivales que se les ponga delante. No se amedrantan ante ningún nombre y, por más difícil que parezca la victoria, creen. Y esa es la clave. Creer hasta el final. Creer hasta que no se puede hacer nada más. Creer hasta que el partido acabe. Así es como se consiguen las cosas más grandes en la vida y, por supuesto, en el fútbol. Esta semana tienen descanso para recargar las pilas y volver con más fuerza y con más garra que nunca para afrontar el final de temporada.