CICLISMO
 

Una prueba que exprime el cerebro, no las piernas

 
Viernes 6 de mayo de 2016 0 comentarios
 

Una prueba en la que te exprimes más los sesos que las piernas. Así define el ciclista santapolero Alfredo Rocamora, uno de los deportistas de la villa que cuenta ya por tres el número de sus participaciones en la carrera Titan Desert. “Una prueba muy dura que sólo he podido finalizar en dos de las tres ocasiones en las que he tomado parte”.
2011 contempló su primer edición, 2014 vio cómo se caía y no podía continuar (tuvo que ser trasladado en helicóptero y más de doce horas de ambulancia, “al sitio civilizado más cercano”) y en 2016 ha logrado ser uno de los que atravesaba la meta, dentro de los 410 participantes.
Dos de las etapas han sido de alta montaña, en el Medio Atlas, destaca que “hemos podido contemplar lo que llaman la Suiza Francesa, porque todas las edificaciones de allí son de estilo europeo. Allí está afincada gente pudiente y los marroquíes están muy interesados en promocionarla”. El calor, precisamente, no ha sido problemático en esta zona, ya que rodaban todos los días alrededor de los 2.000 metros de altura, “con temperaturas entre los 8 y 20 grados. Ideal para la bici. En total, 245 kilómetros”.

Roca, duna y 45º
Tras el descanso de un día, de bici, que no de viaje, pasaron al desierto, “cuatro etapas con temperaturas de hasta 45 grados, sumando 420 kilómetros por pistas arenosas y un día sólo a través de dunas. Esa ha sido la etapa de navegación, la quinta, sin track, sin flechado, sin marcas. Sólo te dan el mapa y los puntos de obligado paso”.
Esa etapa, especialmente, “no ha sido dura, ha sido lo siguiente”. Las cuatro etapas del desierto han contado con trampas de arena, tal es así que “en la prueba maratón, de 145 kilómetros, durante más de la mitad del recorrido no se podía ir en la bici. Imposible, era todo arena, bancos de dunas, circular por fuera de pista… un infierno”.

Ni comer ni beber
Dadas las condiciones climáticas, “el desarrollo de la carrera no te permite ni comer ni beber. El agua de la mochila es caldo puro y no te deja entrar nada, ni en la boca ni en el estómago”. Alfredo, una persona que no es precisamente recia (come mucho, eso sí), ha perdido entre los 4 y 5 kilos.
Sin embargo, y pese al sufrimiento, lo recomienda. “Una vez en la vida. Al menos. Es una prueba extrema y no es una cuestión de piernas, sino de mente”. Como novedoso, este año ha sido la primera edición en que los corredores llevaban un geolocalizador encima (“que da seguridad y confianza”).

 

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