Mujer con un papel predominante no sólo dentro de las fronteras de la villa marinera, sino fuera, donde muchas de sus obras se encuentran en grandes colecciones y exposiciones permanentes a lo largo y ancho de un globo que María Dolores Mulá vive, visita y disecciona.
También coge el bisturí para abrir las carnes de la sociedad y plasmarla en sus instalaciones. Rasga la piel de la crisis, aparta las vetas de grasa de los desahucios y expone el corazón abierto de aquellos que todo lo han perdido, pero que aún tienen una nueva oportunidad para saltar adelante.
Mulá ama al Castillo-Fotaleza, donde estará expuesta hasta el 13 de septiembre una auténtica retrospectiva de sus trabajos, “La Piel de los Árboles” y la historia dictamina que la fortaleza de esta villa pesquera le devuelve el sentimiento. Una relación que se remonta a 2006, con Origami, y que se prolongará hasta el final de los tiempos (pues la retina del alma siempre tiene memoria).
Ana Sánchez, técnico de exposiciones del Museo del Mar, la definió como ilustre vecina, de internacional proyección, pero de fuertes querencias a su sierra, su mar y sus gentes. “Su trayectoria le ha ampliado sus miras y la ha abierto al uso de nuevos materiales”. Entre éstos destaca el uso de telas porque, y como bien declaraba la propia artista, “si por algo destaca la mujer es por el poder que imprime a la aguja. Nosotras hemos sido las que a lo largo de las historia hemos estado uniendo y remendando la sociedad”.
Para finalizar la presentación, María José Cerdá, directora del Museo tuvo a bien leer, emocionada, un emocionante poema de Gioconda Belli, “Y dios me hizo mujer”, una poetisa nicaragüense que, al igual que Mulá, es artista, mujer y revolucionaria.