ENTREVISTA
 

Míriam Romero: el apasionante, motivador, duro y complejo mundo de la cardiología pediátrica

 
Martes 16 de abril de 2024 0 comentarios
 

- La cardióloga quiere concienciar de la necesidad de los reconocimientos cardiológicos a niñas y niños que realicen cualquier práctica deportiva, además de hablar de su interesante vocación

Santa Pola, 22/3/24.- Míriam Romero Gómez, pediatra y cardióloga infantil, dio una charla, de la mano de la Asociación Garneros, sobre la importancia de la concienciación en la prevención de enfermedades cardiovasculares, la necesidad de realizar reconocimientos médicos y proteger la salud de los deportistas y jugadores. Durante las charlas, estuvo acompañada de Joaquín Valentí, coaching deportivo.

La cardióloga se brindó a hablar con el Periódico Santa Pola, para profundizar más no sólo sobre los temas tratados, también sobre su trayectoria profesional en esta complicada rama de la medicina. Se formó como pediatra en el Hospital General Universitario de Alicante, más otros cuatro meses de formación en el Gregorio Marañón, de Madrid y, desde que terminó su formación, es adjunta de Cardiología Infantil en el Hospital de Torrevieja. También trabaja como cardióloga infantil en el Hospital de Vistahermosa y, desde hace año y medio, en su clínica privada en Santa Pola.

Su vocación fue temprana, entre los seis y los siete años, “siempre quería disfrazarme de ello”. Amante de los niños, siempre ha querido ser cardióloga infantil, por lo que tuvo que cursar pediatría y, posteriormente, especializarse. Hubo un trágico episodio en su vida personal, a edad muy temprana, cuando un familiar falleció por una cardiopatía congénita, “y quizás venga todo un poquito de ahí. Me marcó ese punto”.

Su especialidad ha ido creciendo poco a poco en el hospital de Torrevieja, tanto en consultas como en formación, “aunque de dos años ahora me motiva mucho la cardiología deportiva. Y creo que ha sido gracias a mis hijos, que practican deporte, por lo que necesitan reconocimientos... y veo las carencias, lo que me ha motivado más a focalizarme en este aspecto”.

En fútbol, sí

Confiesa que la Federación de Fútbol sí realiza este tipo de exámenes, pero en otras federaciones, como ciclismo, tenis, atletismo o natación, no hay una obligatoriedad. “La problemática actual”, añadía, “es que hay pocas empresas que se estén dedicando a esto y, además, la cantidad de niños que hay para hacérselos es brutal. Se concentran a muchos niños en poco tiempo, con poco tiempo para cada uno. Los errores pueden producirse no porque el personal carezca de la formación adecuada, sino porque no está bien estructurado, no hay tiempo para hacer una valoración correcta”. Aboga, por tanto, por buscar más empresas, más médicos responsables para llevar a cabo una correcta exploración.

Uno de los objetivos de la charla que ofrecieron era hacer pensar a padres y madres, “también a entrenadores, a educadores deportivos, a fisios deportivos, a todo el mundo que esté relacionado con el deporte en que hay que solicitar un reconocimiento a estos niños. Aunque la Federación no te lo diga, al menos tu sí como profesional que estás con ellos”.

No quiere alarmar, pero sí es conveniente que los progenitores sepan que hay enfermedades congénitas que pueden pasar desapercibidas durante los primeros años de la infancia, “porque pueden no tener síntomas”, por lo que hace falta un electrocardiograma largo, de todo un día, “para poder contemplar los cambios sutiles”. Si se detecta algo, no significa que el niño no pueda hacer deporte, “sino que debe hacerlo bajo supervisión, bajo un control, porque no estamos ante cardiopatías congénitas estructurales, sino que es el sistema eléctrico.

Concienciación y divulgación

La mayor concienciación les ha llevado a descubrir “niños de 13 o 14 años, sanos, asintomáticos, en los que les hemos tenido que hacer un cateterismo, porque tenían una alteración eléctrica que supone un riesgo, riesgo que aumenta durante la práctica deportiva”. De todos modos, asegura que es muy baja la probabilidad “de que a un niño le suceda algo haciendo deporte. Es baja, pero existe. Por eso es fundamental la prevención primaria, desde los seis años. Las guías dicen que desde esta edad hay que pasar reconocimientos cardiológicos predeportivos, cada dos años por lo menos, en todo tipo de deporte, pero más que aquí “.

Por otro lado, tranquiliza a los padres, al afirmar que los niños toleran “súper bien” este tipo de reconocimientos, “participan y son muy colaboradores, sobre todo si es para que jueguen. El problema es que los padres no lo saben pero, cuando ya son conocedores, sí que es cierto que se mueven en la prevención”.

Desgraciadamente, desvelaba que “es muy difícil enlazar estos reconocimientos con una asistencia pública, que está francamente saturada. Al final estos padres tienen que buscar métodos más o menos privados y localizar a alguien que le haga esos reconocimientos”. Su apuesta es que se informe a las familias sobre dónde y quién puede realizar estos estudios, para que sean ellos los que decidan.

Hasta el momento en que esa concienciación se convierta en demanda, es necesario “ divulgar, divulgar, divulgar... hasta que llegue un momento en que ya haya personal suficiente para hacer estos reconocimientos de manera gratuita que, de momento, no lo hay”.

Más allá del deporte

Fuera ya del ámbito deportivo, lo más habitual en su consulta son niños que derivan porque tienen un soplo, “lo que causa una gran alarma”, pero hasta que no le explicas a la madre que la gran mayoría de ellos son soplos funcionales, “propios de ser niños, por las características de sus estructuras anatómicas, caja estrecha, poca grasa...”. En estos casos, no hay que hacer nada, si no se revela algo en el estudio cardiológico.

Más allá están las cardiopatías congénitas, “las más frecuentes suelen ser comunicaciones auriculares, comunicaciones ventriculares, alteraciones del largo aórtico. Eso es lo más frecuente a nivel estructural y luego ya, pues tenemos varias arritmias, varias alteraciones eléctricas cardíacas... en algunos de estos casos hay contraindicaciones en la práctica deportiva”.

Generalmente, a nivel deportivo, si se han visto alteraciones eléctricas en un electrocardiograma, “algo raro, puede predisponer a algún evento. De todos modos, en líneas generales, sí pueden seguir practicando deporte en la mayoría de las ocasiones. Las guías cada vez son mucho más flexibles, incluso con cardiopatías estructurales, que antes era contraindicación total del deporte”.

Hoy en día, siempre y cuando sea valorado por cardiólogos deportivos, aquellas patologías que antes suponían una contraindicación absoluta “hoy te permiten hacer deporte, pero con cierto grado de control”.

Correcciones en “la barriga”

La mayoría de las correcciones que se tienen que practicar vía quirúrgica de las cardiopatías congénitas en niños distan bastante de los adultos (en muchos casos, recambios valvulares), “porque su estructura está mal formada, y yo se la tengo que corregir. La operación es totalmente diferente porque, aunque pongas un recambio, aunque pongas una válvula, las de los niños son de animales, son bobinas, y muchas veces se utilizan sus propias válvulas para corregir”. Las ecografías en prevención primaria también permiten hacer un seguimiento estrecho de la madre e, incluso, “se pueden corregir dentro de la barriga”.

La ciencia médica ha evolucionado enormemente los últimos años y se puede intervenir, no sin cierto riesgo, para corregir una patología fetal, “corriges esa alteración y permites que ese corazón se desarrolle, permites que ese niño viva, y lo haga en mejores condiciones. No significa que le vas a dejar sano, porque tiene una patología que has intentado corregir, paliar, pero le has permitido que su corazón se desarrolle, le has disminuido mucho las enfermedades asociadas a cada intervención y le has disminuido mucho el riesgo de muerte”. Este último punto es de lo que más le ha impactado últimamente.

Diagnóstico precoz

Todo parte del diagnóstico precoz, a la hora de detectar una condición cardíaca. A raíz de una revisión pediátrica, el médico puede detectar algo y lo deriva a cardiología pediátrica. Cuando llegan a su departamento “se les hace un estudio ecográfico, se les hace un estudio electrocardiográfico y, en ese momento, se detecta si hay alguna estructura que está alterada de manera congénita. Si la hay, pues ya se quedan perennes con nosotros hasta que solucionemos el problema. Tras ello, se quedan siempre por los efectos secundarios, después de las operaciones. Si vienen a nuestra consulta por un soplo, pero la estructura es normal, el electro es normal y no hay ningún factor de riesgo asociado, pues son pacientes que se dan de alta”.

Los obstetras, apuntaba, están teniendo cada vez mayor habilidad en la detección de la cardiopatías congénitas fetales, “con lo cual, piden ayuda a los cardiólogos infantiles de los hospitales para valorarlo con ellos. Una vez que ya tienes diagnosticado a ese bebé, te permite derivarlo a un hospital de referencia que puede hacer un tratamiento inmediato. O decidir dónde va a nacer ese bebé para que el pronóstico de su nacimiento sea lo más favorable”.

Futuras investigaciones

Míriam confiesa que le gustaría estar ligada a un proyecto de investigación, pero ahora quiere centrarse en el mundo deportivo, “me voy a meter en una diplomatura, orientada a la cardiología deportiva y, muy probablemente, acabe ligada a ello con colaboración con investigadores centrados en la muerte súbita”.

Espera que los próximos años la cardiología pediátrica avance mucho, sobre todo en el tratamiento con cateterismo, en diagnóstico fetal se puede avanzar mucho más y en tratamiento fetal, explicaba “probablemente también evolucionen bastante. Lo que pasa que son centros muy localizados donde hay especialistas. El problema de esto es que, en cardiopatías congénitas, no deja de ser una patología en la que no se forman demasiados especialistas en todos los hospitales para esos diagnósticos. Al final, si hay un niño, por ejemplo con una cardiopatía congénita súper infrecuente, pues te vas a ir a dos hospitales en España para tratarla”.

El aspecto psicológico

También espera que se mejore el tratamiento psicológico no sólo al paciente, también a los padres: “cuando les dices que tiene una cardiopatía congénita, que el niño se tiene que operar y que se tiene que ir fuera. Empiezas a hablarles de todo lo que conlleva, les cuentas la operación, pero luego nadie les habla de que va a estar en la UCI, que va a estar conectado a un respirador, que va a estar lleno de cables, que en muchas ocasiones van a tenerlo abierto, con exposición cardíaca. Eso no se lo cuenta muchas veces nadie, entonces es impactante cuando llegan y te vuelven de la cirugía y te dicen es que nadie me había hablado de esto”.

Las consultas de este tipo son extremadamente largas, porque preguntan los padres y han de contar todo lo que ha hecho el niño. Además, el golpe anímico es duro, porque llegan con un niño sano y descubren que tiene una cardiopatía que se tiene que operar, “y que no solamente la tienen que operar, sino que después la tienen que seguir y que después a lo mejor se tiene que volver a operar. A otros les tienes que hablar de un trasplante. Es muy difícil. Es muy difícil transmitirle tranquilidad y seguridad”.

Tranquilizar a la familia
Para Míriam, lo principal es ponerse “a la misma altura del paciente, que reciban la misma calidad humana, hablándoles sin tapujos, porque no hay que esconder la realidad. Pero sí decirles que son cardiopatías, que estamos muy acostumbrados a tratar, son cardiopatías que los cirujanos manejan muy bien y generalmente los resultados son muy buenos”. Para ella, es crucial que las familias estén informadas, que sepan que van a estar “muy de la mano y creo que la cercanía, para mí, es realmente importante. Muchos padres tienen mi teléfono, mi correo, porque considero importante estar cercano al profesional y transmite seguridad el poder responder a sus dudas”.

La posibilidad de fallecimiento, aún pequeña, existe. Sólo en casos muy graves, detectadas ya en el vientre, que son un pronóstico muy desfavorable, presentan problemas. “Por regla general, la evolución es buena y terminan con una condición de vida muy saludable y muy buena. Pero los padres tienen que conocer que van a sedar a su hijo, que le van a parar el corazón, que todo eso conlleva una inseguridad. Somos conscientes, además, de que va a haber cuestiones que no sabremos responder y que las tiene que contestar el cirujano. Si después de hablar con él tienen dudas, siempre pueden llamarnos y concertar otra cita. Lo más importante es que vean cercanía”.

Afirmaba que, muchas veces diagnostican una comunicación interventricular, “para nosotros es una tontería, porque es algo muy frecuente, que operan muchísimas veces y que sabemos que no hay complicaciones en la mayoría de las ocasiones. Pero tú se lo tienes que decir a un padre que van a tocar el corazón de su hijo, y no tiene conocimientos y necesita que alguien le tranquilice. Necesita que alguien esté con él, necesita que se le informe de todo, aunque sepamos que no va a ocurrir nada”.

Apoyo emocional

Aparte de estar con ellos, hay que ofrecer a la familia apoyo emocional, moral, incluso a veces ofrecerles un tratamiento psicológico, “máxime si hay otro niño en la familia. Se sienten culpables de no poder estar todo lo que desearían con él, porque el paciente necesitará mucha atención y apoyo. Y llega el sentimiento de culpabilidad posterior”.

Se les informa, además, de que hay terapia de un psicólogo, hay grupos, hay asociaciones de Cardiología de niños con problemas cardiológicos (que tienen sus propios psicólogos). “A los padres se les ofrecen todas las herramientas de las que disponemos para que se sientan como en casa. Como yo les digo muchas veces, aquí somos una pequeña familia, tenemos que intentar ayudar lo mejor posible al pequeñín y eso lo suelen agradecer mucho”.

De hecho, asegura que este tipo de atención es lo que más ha cambiado. “Somos mucho más cercanos, más atentos, por lo menos en el círculo donde yo trabajo”.

Cualquier familia que pueda tener preguntas o dudas a resolver sobre estos temas, puede solicitar una cita en la Clínica Pediátrica Pasitos de Santa Pola (T.633.763.829).

 

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