El martes 21 de marzo tuvo lugar en la Casa de Cultura el homenaje póstumo a Mari Carmen Ruiz, presidenta de Cruz Roja Santa Pola, y si algo quedó patente en el acto, es el gran vacío que Mari Carmen deja tanto en sus hijos, Alicia y Juan Ángel como en familiares y amigos así como en aquellos a los que ella consideraba como “su familia de Cruz Roja”.
El acto dio comienzo con un bonito y emotivo video en el que, a través de sus imágenes, se podía ver la gran labor que realizaba Mari Carmen ayudando a la inserción de los mayores en la sociedad, así como a las mujeres en situación de exclusión. Su dedicación a las labores solidarias e incluso sus divertidas clases de gimnasia para todos aquellos que querían participar.
Fue su grupo de gimnasia quienes, tras la proyección del video, rememoraron los mejores momentos que habían pasado con Mari Carmen. Recordaron cómo ella les motivaba cada día a seguir, a no dejar de hacer ejercicio y a no dejar, sobre todo, que la vida les superase, por que si de algo era ejemplo Mari Carmen era de superación y así lo demostraba cada día.
Mari Carmen era energía pura, tal y como manifestó Francisco Galvañ. Se volcó totalmente con el proyecto de Cruz Roja hasta el final y lograba arrancar una sonrisa a todo al que ayudaba. Animaba a todos a su alrededor a no tirar la toalla e incluso mandaba audios a sus alumnos de gimnasia para alentarles a que continuasen incluso sin ella.
Sus hijos, Alicia y Juan Ángel, fueron los últimos en dirigirse a los presentes después de recibir la Medalla de Plata concedida a título póstumo. Y, aunque, como es normal, era imposible contener las emociones, fueron sinceros y claros en lo que se refería a su madre, a Mari Carmen, y agradecieron la presencia tanto de sus alumnos, como de su “Familia de la Cruz Roja” y demás amigos y familiares.
“(…) aquí encontró a su familia, encontró a la Cruz Roja (…)” decía Juan Ángel quien intentó contener sus emociones con algo de humor. Contó cómo su madre sobrellevó una dura situación personal antes de llegar a Santa Pola, donde comenzó una nueva vida con toda la entereza que la caracterizaba y logró hacerse un hueco en una localidad a la que siempre había estado ligada de alguna forma.
Con humor, Juan Ángel contó cómo su madre insistía en que se diese visibilidad a todas las labores de Cruz Roja demostrando la devoción de ella hacia la institución a la que sólo quería ver crecer y llegar a más personas que lo necesitasen: “Esa era mi madre, era un torbellino, era una fuerza de la naturaleza” aseguraba antes de emocionarse al recordarla.
Mari Carmen, como aseguró su hijo, era muy de frases, muy del “Aquí y ahora” algo que siempre decía. Y algo de lo que siempre hablaba era de las obligaciones impuestas y las forzadas, y lo que está claro, más aún por boca de sus hijos, es que para ella Cruz Roja no era ni una obligación impuesta ni buscada, era estar con su familia. Algo que sin duda se notaba por el modo en que trataba a todos a su alrededor y por que todas esas personas la recordarán como la increíble persona que era.
“Ella ha hecho su camino, y os pido a todos que hagáis vuestro camino, que de verdad seáis felices por que las cosas se van rápido” finalizaba Juan Ángel entre lágrimas.
“Vivid la vida, el aquí y ahora, disfrutad de la gente que tenéis a vuestro lado, dar amor, ayudar con Cruz Roja, con el vecino, o con el que sea por que esa ayuda, ese trabajo para los demás es lo que queda en el corazón, es lo que ayuda a construir las naciones, no el odio, el amor… Y esa era mi madre”.
Como no podía ser de otro modo, el homenaje terminó al son de la canción favorita de Mari Carmen: Color esperanza. Esperanza, algo que ella siempre daba a los demás en sus peores momentos. Hasta siempre Mari Carmen.