La figura de Joan Rois de Corella, olvidado escritor del particular Siglo de las Luces de las letras valencianas, se recupera estos días (finalizando el 12 de octubre) en la Biblioteca Central de Santa Pola. Como bien indicó Tomás Martínez, concejal de Educación, “Santa Pola ha conseguido que le llegue una exposición que ilustra y se configura como vehículo impulsor de nuestro más valioso tesoro cultural: nuestra lengua”.
Por su parte, Mari Àngels Sempere, responsable de la oficina Aviva, se encargó de conducir magistralmente la presentación de una muestra literaria y unos paneles informativos que ponen en relieve la figura de “todo un adelantado a su tiempo. Alguien, quizás, que puede compararse sin pudor alguno con un Byron. El problema de este escritor es que, cuando uno está rodeado de grandes, de la talla de Martorell o March, es imposible que brille como se merece”.
De Gandía a Valencia
Joan Rois de Corella nació en la Gandía del año 1435. De noble y acomodada familia mantiene a lo largo de toda su vida un contacto pleno con los intelectuales de su época, convirtiéndose en referente de muchos de ellos.
Pese a nacer en Gandía termina sus días en Valencia, a la nada desdeñable edad de 62 años, ciudad a la que se trasladó su familia siendo éste joven. Allí, e impulsada por la pequeña corte que gira alrededor del ducado, Rois de Corella arranca con una literatura en la que pivota tanto el verso como la prosa.
La Valencia del siglo XV vive un momento de pujanza económica, puesto que se posiciona como eje comercial del Mediterráneo. Crece y se funde con el manto social el autor, llegando a ser un auténtico descarriado en su tiempo, pues disfruta tanto del contacto intelectual con Sor Isabel de Villena a lo largo de toda una tarde como de la visita a los barrios de costumbres más laxas cuando la noche hace presencia.
Espejo de los grandes
Esta “libertina” existencia no le impide generar una producción literaria desde su tierna juventud, influyendo abiertamente en Joanot Martorell. Sus letras son buscadas por la nobleza, pues bien tempranamente habla del desamor, de cantos a damas que cita en una estancia de su casa, al tiempo que se despiden de su otro amante, desconocedoras de que están siendo observadas. Brilla también la descripción de la naturaleza, de su belleza intrínseca.
En las postrimerías de su existencia, Rois de Corella se aferra a la fe, llegando a ser religioso, aunque nunca ordenado. No hay que olvidar la importante producción de títulos que giran sobre la mitología clásica, de la cual fue un verdadero erudito. De la misma forma, se adelanta a su tiempo dando fuerza y protagonismo a sus personajes femeninos, algo que sin duda rompió moldes.
Finaliza sus días en un monasterio, cayendo en un semi olvido que, como bien se puede comprobar en los pasillos de la Biblioteca Central, se lucha sabiamente por ahuyentar.